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Actitudes cristianas ante la Paz y los conflictos

Martes.28 de agosto de 2007 7952 visitas Sin comentarios
José Luis Segovia Bernabé #TITRE


I.- INTRODUCCIÓN

El punto de partida de la reflexión:

- Apuesta por la noviolencia como marco evangélico teórico.
- La práctica de la mediación infractor-víctima y preso-preso, como experiencia referencial.

El punto de llegada:

- Validar la noviolencia como actitud y como estrategia.
- Recrear otras dimensiones desde la noviolencia: La Justicia restaurativa vs. la Justicia retributiva y vindicativa.

II.- ACTITUDES GENÉRICAS ANTE LOS CONFLICTOS Y LA PAZ

Aclarando términos:

Paz y conflicto no son antitéticos. Es necesaria la paz; también el conflicto. Este último es distinto de la violencia que debe ser descartable, porque siempre es un ataque frontal a la paz (el conflicto,
no necesariamente).

Actitudes ante el conflicto

- La actitud funcionalista lo niega y lo considera una "patología"
indeseable. Hace una lectura organicista de lo social. Todo se
encamina a una función integradora. Es netamente conservadora.
Tiene una visión estática e inmovilista de la realidad. Dificulta los
cambios y la transformación social.

- La actitud marxista tiene una visión dialéctica de lo real. El conflicto es
intrínseco a la realidad e imprescindible para el cambio. Conocemos
para transformar. Prima la praxis y la crítica. Favorece el
enfrentamiento. Explica el todo por la parte (todo se reduce a
relaciones de producción). Cuanto peor mejor.

- La actitud cristiana: Éxodo, Profetas, Jesús: continuos conflicto. Línea
de fuerza de fondo: enfrentamiento entre el Código de Pureza
(formalismo ritual exclusógeno) y el de la Alianza (dinámica de amor
inclusivo).

Se reprueba la violencia en las páginas más inspiradas ("de las lanzas,
podaderas" dice Isaías 2,4; aunque Joel 7,10, indica justo lo
contrario...). En el NT, aún mas evidente: "el que a hierro mata..." (Mt 40
26,52). Al desarmar Jesús a Pedro estaba envainando para siempre
todas las espadas.

El cristiano debe:

- Asumir el dato de lo real (el conflicto forma parte de la vida y de
la maduración personal, comunitaria y eclesial).
- No bajar el listón: la paz y la no-violencia constituyen bienes
teologales y morales irrrenunciables.
- Educar para la paz desde la inevitabilidad del conflicto.

III.- LA "VARIANTE" ACTITUD CRISTIANA

Hay que reconocer que hemos tenido una actitud a mbigua y
cambiante en la historia. Es una variable dependiente de: a) El
momento histórico (del cristiano mártir, "llevado como oveja al
matadero", al cristiano cruzado); b) Los "valores" en juego: no es lo
mismo una guerra injusta ofensiva que la defensa de los derechos
humanos o el deber de injerencia humanitaria: c) Los "intereses"
(bastante menos legítimos) en juego: hemos de reconocer que
demasiadas veces en los conflictos nacionales, las Iglesias locales se
han comportado más como "sacerdotes del rey" (justificando la
violencia o silenciándola) que como auténticos "profetas" críticos
(Häring).

Hoy la violencia adopta formas plurales, a veces anónimas y difusas.
La guerra ya no es convencional: su objeto no es el territorio, el
enemigo no está perfectamente identificado (¡puede ser mi vecino!), no
hay declaración de guerra ni de paz, es difícil conocer las razones de
fondo que lo alimentan, se utiliza tecnología que no minimiza "daños
colaterales", se legitima la guerra "preventiva", se convierte en
espectáculo, sus consecuencias son perdurables... Siguen sin tener la
importancia que debieran las organizaciones supraestatales, y
mientras el poder los estados nación retrocede y ganan posiciones las
transnacionales de las armas, de los mercenarios (incluso se
"privatizan" las guerras para eludir las Convenciones Internacionales).

Siguen existiendo guerras latentes y olvidadas, ajenas a los focos de
las cámaras de la TV (en países que no salen en los telediarios,
éxodos masivos de población, terrorismo, secuelas del tráfico de
drogas, violencia de género, incluso violencia cotidiana, en el deporte,
en la conducción, en el ocio, el mobbing laboral...).

El humus de muchas formas de violencia sigue siendo la injusticia y el
sentimiento de humillación. La pobreza es una forma no menor de
violencia.

Vaya por delante que la violencia no es justificable porque
deshumaniza a quien la realiza (no hay más que ver los testimonios de
los SS en la Alemania nazi: eran personas demasiado normales que
llegaron a hacer cosas demasiado repugnantes) envileciendo a quien
la ejerce y convierte en objeto a quien la padece.

Ante toda forma de violencia: el principio Shalom (deriva de shalem:
estar completo). Es más que la eirene griega (ausencia de guerra) y
que la pax romana (tranquilidad en el orden). Tiene que ver con todos
los órdenes de la existencia.


MOMENTOS:

- Siglos I-IV (el cristiano pacifista): En el cristianismo primitivo se
proclama que "Dios es un Dios de paz" y su lema es la respuesta noviolenta
a toda agresión injusta ("poner la otra mejilla"). Se toman en
serio la utopía evangélica y sienten como un honor el asemejarse a
Cristo, "oveja llevada al matadero". Apostatar de la fe no es solo
renegar de Cristo, sino de sus actitudes ante la vida, la violencia y la
muerte. Sólo a partir de 189 d.C empieza a aceptarse que cristianos
formen parte de las tropas romanas. No tanto se cuestionan la
legitimidad de las instituciones como el rechazo a la violencia y el
derramamiento de sangre, amén de otras practicas de la soldadesca.
Es clásica la expresión de Tertuliano (De idolatria 19,3): "Al desarmar
a Pedro, estaba desarmando a todos los cristianos". San
Maximiliano (finales S. III) decía: "Yo no puedo ser soldado, no puedo
hacer el mal porque soy cristiano".

- Siglos V-XI (el cristiano caballero): Al haberse convertido la religión
cristiana en religión oficial del Imperio la cosa empezó a cambiar. Se
justifica la participación en guerras frente a los bárbaros que
amenazaban la civilización cristiana. En la era constantiniana cualquier
opción pacifista que reivindicase la ortodoxia evangélica sería tenida
prácticamente por marginal o herética.

- Siglos XII - XX (el cristiano cruzado "en nombre de Dios"). Cruzadas,
indulgencias, bendición de armas, órdenes militares, monjes-soldado...
Después vendrían los intentos de moralización y humanización de la
guerra, las tesis de la guerra justa y sus condiciones ad bellum et in
bello, hoy cuestionadas por su excesivo formalismo e idealismo,
aunque incorporadas como mínimos morales al Catecismo y al
Compendio de DSI.

- En los últimos 50 años ("nueva mentalidad": retorno a los orígenes).
Pío XII declaró ilegitima toda guerra ofensiva y apostó por la "política
preventiva". Juan XXIII inaugura un nuevo tiempo utópico de paz con
la Pacem in Terris y su famoso PT 127 ("resulta absurdo sostener que
la guerra es un remedio apto para resarcir el derecho violado" (alienum
est a ratione) y traducido suavemente en otras lenguas e incorporado
sólo como nota a pie de página en Gaudium et Spes porque era
demasiado pacifista. Con todo la GS 80-82 reclama "una nueva
mentalidad", "educación renovada", "nueva inspiración en la opinión
publica"; se omite y supera la noción de "guerra justa" (aunque no se
abandona su corpus teórico) y se alaba a los que renuncian a la
violencia y recurren a medios pacíficos (GS 78).

- En los 80, ante la bipolarización de bloques, los obispos de medio
mundo publican documentos a favor de la paz: p.e. Constructores de
la paz (CEE 1986): apuestan por "una mentalidad totalmente nueva
sobre la paz, la guerra y la no violencia", en que se tengan en cuenta
"las injusticias sociales", el terrorismo, las torturas y vejaciones, la
insolidaridad interautonómica... Se habla de la objeción de conciencia
y de la no-violencia activa y se les invita "a purificar sus motivaciones
de toda manipulación, política, ideológica y desleal" (no deja de llamar
la atención que cuando la enseñanza social se refiere a actitudes
novedosas invite a "purificarse" de todo, pero no tiene las mismas
reservas hacia quienes se apuntan a la milicia que per se parece
purificar ya toda eventual manipulación. Con todo, incide muy felizmente en que no valen los viejos criterios de la guerra justa, y hay
que descubrir el conflicto Norte-Sur y su protagonismo: "la paz está
herida por la injusticia".

IV.- UNA NUEVA CULTURA PARA LA PAZ

Debe hacerse eco de toda la vuelta conciliar a la paz como nueva mentalidad,
no como mera ausencia de guerra:

Reclama:

- La VERDAD. "La verdad constituye un ingrediente esencial de la
propia realidad humana" (Zubiri). Por ello, será preciso:
o Deconstruir los discursos que ideologizan y legitiman de una u
otra forma la violencia activa o reactiva.
o Nombrar adecuadamente a las víctimas y a los victimarios,
porque la verdad es esencial honestidad con la realidad y no
caben las equidistancias ni las simetrías de abordaje.
o Se debe desetiquetar a las partes (evitando todo proceso de
demonización o cosificación: somos mucho más de lo que
hacemos: los comportamientos nos pertenecen pero no nos
definen; por eso, el cambio siempre es posible y no estamos
determinados ni por los instintos ni por las instituciones.
o Hay que caer en la cuenta de que los mecanismos de odio e
irracionalidad contagian todas las dimensiones cognitivas,
emotivas y actitudinales del ser humano.

- LA JUSTICIA. Si es restaurativa anhela "ajustar", busca el
restablecimiento de la paz, la responsabilización del infractor, la
protección de la víctima y la reparación del daño. Pretende romper la
espiral de la dinámica violenta: "cuando el fuego se combate con el
fuego, todo acaba en cenizas" (Gandhi). La justicia restaurativa
humaniza y dignifica a todas las partes: juega al "ganan todos". La
justicia meramente vindicativa y retributiva supone de ordinario el
juego suma cero: al final acaban perdiendo todos.

- EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN. Para la tradición cristiana, la
reconciliación es más que la recuperación de la paz entre
contendientes (al modo griego): es "volver a juntarse" y cambiar la
forma de pensar y relacionarse. El perdón abre al porvenir. Perdonar
no es vencer: supone renunciar a tener parte de la razón. Es la lógica
del don y de la gratuidad, la renuncia a la venganza ajustada y
proporcionada para abrirse a la dinámica del don. Para H. Arendt: "El
descubridor del perdón es Jesús. El hecho de que lo descubra en
contexto religioso no lo invalida para no ser tomado en serio por la
secularidad". Es la misma que invita a distinguir entre el perdón en
sociedades divididas y el olvido del mal del que queremos
desprendernos. Sin la memoria de ese mal, éste persistiría y se podría
reproducir, pero sin el perdón no se puede recuperar la normalidad
política. Perdonar supone desprenderse del pasado a través de su
recuerdo reconciliado. Por eso, "identificar la propia nación o causa histórica con la causa de Dios lleva necesariamente a la sacralización
de la imposición y de la violencia" (R. Aguirre)

• NUEVAS ACTITUDES CRISTIANAS ANTE LA PAZ:

- Caer en la cuenta de cuanto trastoca la paz: en el plano
"macro" (el injusto orden mundial, la dualización social...) y en
el "micro" (en nuestro propio interior, en nuestras comunidades,
en la familia, en el trabajo, en la vida cotidiana, en el deporte y
el ocio...).

- Resistir la "desensibilización sistemática": no acostumbrarse a
la violencia, nombrarla y oponerse a su patológica
normalización.

- Acentuar que el pluralismo y la diversidad no constituyen una
amenaza. El otro y los otros no constituyen una amenaza. Más
bien, el otro es un autentico lugar teológico, tanto más
revelador de Dios cuanto más diverso a mí sea. El otro tiene de
divino precisamente que es distinto a mí. Esto se opone a toda
forma de sectarismo religioso, político...

- Actuar: la paz exige ser constantemente construida: "dichosos
los que trabajan por la paz". Es un "continuo quehacer" (GS
68).

- Despertar las conciencias y la responsabilidad de promover la
paz "sólo haciendo el hogar del mundo se puede edificar la
propia casa".

- Ser pacífico es más que ser pacifista y, por tanto, es oponerse
a la violencia, combatir la guerra y, además, no ser dogmático
ni intolerante o irrespetuoso con el otro. Exige estar en paz,
regalar paz, apostar por "vencer el mal haciendo el bien" (Rom
12,11). San Serafín: "adquiere la paz en ti mismo y miles
alrededor de ti encontrará la salvación". La paz se debe
construir en el corazón de todo ser humano.

- Superar el "politeísmo ético": cada uno justifica su propia paz,
pero hace falta convertirse "a la verdadera paz" (GS 77), la que
no es fruto del poder, ni del terror, ni del chantaje.

- Debe procurarse claridad en los objetivos, la máxima
consciencia de las dificultades, la necesidad de paciencia, la
resistencia ante el fracaso y la frustración pues la paz está
dentro de un proyecto más global que reclama continua
creatividad y audacia. La no-violencia es "presión moral
liberadora" (H. Cámara), "resistencia desarmada" y "rebelde
fidelidad" (Casaldáliga).

- No se pueden rebajar los listones de exigencia evangélica: el
amor al enemigo es el mayor garante de la paz, porque toma al
amado bajo la propia responsabilidad y lo preserva de
convertirlo en objeto aniquilable. "La prueba del algodón" del
pacifismo" es el amor a vuestros enemigos, hacer el bien a los
que os odian... orar por los que os calumnian..." (Lc 6, 27-28).

- No en último término, orar por la paz, no para "informar" a Dios
sobre el "estado de los conflictos terrenos" (ve todos los
telediarios) sino para dejarnos configurar serena y
pacíficamente por su identidad y presión amorosas.

V.- EN LA PRÁCTICA... MEDIACIÓN PENAL Y PENITENCIARIA.

Los auténticos valores morales no se pueden quedar en el plano de las
buenas razones. La paz como actitud puede y debe traducirse en
mediaciones institucionales. Veámoslo en la práctica:

¿Quién podría pensar que aquel hombre tetrapléjico por un disparo de un
atracador de gasolineras, años después de padecer el infierno de su cambio
radical de vida, de quedar atado a una silla de ruedas, perder su novia... aún
le quedase una pregunta a la que no respondió todo el entramado del proceso
penal: "¿por qué? ¿me quería matar, en verdad?". El "teatrillo" del proceso
penal, con sus necesarias presunciones, derechos y formalismos no deja
hueco al sentimiento y, muchas veces, poco espacio a la verdad material.

Sólo la justicia restaurativa, que busca restablecer el diálogo roto, no sólo ni
principalmente castigar al culpable, puede ir más allá, Por eso, bastantes años
después de los dolorosos hechos, la víctima solicitó de los mediadores
entrevistarse con su agresor que cumplía una larga pena privativa de libertad.
El encuentro se produjo en un locutorio especial de la prisión, cara a cara, y
con solo el mediador por medio. Antes había prevenido la víctima: "sólo quiero
verlo si me va a contar la verdad, si no, prefiero continuar malviviendo con mi
dolor". Después de presentar el gasolinero discapacitado todo lo que había
padecido a causa del fatal disparo (el agresor lloraba en silencio), tomó la
palabra el segundo y le aseguró que no había olvidado aquel día, que aunque
en el procedimiento negó los hechos (la defensa intentó basarse en un error
en el reconocimiento en rueda) asumía la autoría por completo y aún "sin
palabras para expresárselo" quería pedirle perdón. A preguntas de si le quiso
matar, contesta que no, que la mejor prueba es que llevaba una pistola
cargada con 15 balas y sólo disparó una, la que iba recamarada. Que si
hubiera querido hacerlo, habría tardado poquísimo tiempo más en vaciar el
cargador y asegurarse un resultado letal. "No quise matarlo, le vi hacer un
movimiento extraño, pensé que llevaba un arma escondida e instintivamente
disparé. Siempre me arrepentiré de aquel maldito instante que tanto ha
cambiado la vida de los dos". Después de un emotivo diálogo no mucho más
largo, la víctima se despide y pide acercarse al infractor: "Sé que para usted
este momento también ha sido muy difícil y le agradezco que haya aceptado
encontrarse contigo. Hace años, la ultima vez que nos vimos usted y yo, usted
tenia la mano extendida hacia mí portando el arma con que me arruinó la vida;
permítame que, hoy, le tienda la mía desnuda deseándole suerte". Nadie pudo
evitar sobrecogerse. A la salida, la víctima, insistió en que se hiciera constar
en el expediente penitenciario del infractor que, si llegado el momento, no
tuviese ningún tutor para hacerse cargo de su libertad condicional este
hombre, de indescriptible calidad humana, lo avalaría.

Naturalmente, buena parte de las mediaciones no son tan dramáticas y se
refieren a hechos patrimoniales de mucha menor entidad. Pero si hemos
reseñado estas circunstancias es para mostrar que la mediación, incluso en
supuestos difíciles, permite que aflore lo mejor y más sorprendente de los
seres humanos, mientras que el procedimiento convencional de justicia
vindicativa pareciera que invite a sacar precisamente lo peor. En el infractor,
todo su cinismo y todas las herramientas para desvirtuar la palabra de quien
soporta el sufrimiento; por parte de la acusación, todo el deseo de venganza
de la víctima y lucro de sus abogados... La sensación de cierto "mercadeo" se
hace inevitable, sin que queden claros los beneficios para nadie.

Mucho más recientemente, se indultaba a T.A.L. por el Consejo de Ministros
de una pena de varios años por robo con intimidación y lesiones, merced a la
petición de indulto suscrita por la propia víctima, después de un proceso de mediación en la que el agresor amén de reconocer los hechos y pedir perdón
por ellos, culminó con éxito un proceso de deshabituación a las drogas y, en
cuanto pudo reincorporarse al trabajo, estuvo durante dos años abonando
toda la responsabilidad civil.

La mediación no es un medio: es un fin. No tiene carácter instrumental. Forma
parte del marco de la Justicia restaurativa. Se desvirtúa cuando "sirve" para
bajar la pena o cobrar la responsabilidad civil. Es un instrumento de
pacificación social, de restablecimiento del diálogo roto por la violencia del
delito. Es una forma no violenta de solventar determinados supuestos
violentos. Tampoco supone una victoria para nadie. La victoria jamás conduce
a la paz. La paz tampoco conduce a la victoria. Lo decía S. Weil: "la paz es
una fugitiva que se ha escapado del campo de los vencedores".


VI.- BIBLIOGRAFÍA

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- SEGOVIA, J. L., y SÁNCHEZ ALVÁREZ, P., La mediación penal comunitaria de adultos:
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- SIX, J-F., Los mediadores, Sal Terrae, Santander, 2005.
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- VIDAL, M. (ed.), Conceptos fundamentales de ética teológica, Trotta, Madrid, 1992. (Voces "La
Paz", L. Álvarez Verdes-M.Vidal, pp. 789-807; "Violencia y guerra", J. Segura, pp. 809-835).

José Luis Segovia Bernabé
Profesor de Ética Social y Política y DSI
Instituto Superior de Pastoral de Madrid (UPSA)