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Venta de armas y conflictos armados: Salgamos del círculo vicioso

Jueves.16 de julio de 2020 85 visitas Sin comentarios
El Salto. #TITRE

El capitalismo industrial ha dado lugar a la producción masiva de armas por parte de empresas que han adquirido un considerable peso económico y político, en particular en los Estados Unidos, Europa occidental, Rusia y China.

Nathan Legrand
ReCommonsEurope

La Unión Europea (UE) y sus Estados miembro tienen una gran responsabilidad tanto directa como indirecta en los conflictos armados que, sembrando la muerte y la destrucción, afectan a la vida de millones de personas en todo el planeta. Las y los que sobreviven en las zonas de conflicto se ven afectados por la destrucción física de las viviendas, los servicios públicos de salud y educación, las unidades de producción de energía, el saneamiento del agua y las infraestructuras básicas para el acceso a estos bienes vitales. Como tales, los conflictos armados tienen consecuencias negativas duraderas en la capacidad de las sociedades afectadas para garantizar los derechos humanos básicos y de resistir a otras conmociones importantes, como los desastres naturales o las emergencias sanitarias. Consideremos el impacto potencialmente devastador que una epidemia como la del covid-19 podría tener en regiones muy afectadas por la destrucción de infraestructuras, o en campamentos donde cientos de miles de personas que huyen de los conflictos y la persecución se encuentran hacinadas en condiciones deplorables.

Para las clases dominantes, que representan una pequeña minoría de la población pero que controlan el poder del Estado, las armas son un medio eficaz para mantener el orden social existente cuando la dominación ya no es aceptada como algo natural por las y los dominados. Además, la necesaria reconstrucción de las zonas devastadas por la guerra también proporciona nuevos campos de acumulación para el capital.

Para las fuerzas de la izquierda política y social que desean encarnar una fuerza de cambio en Europa con el objetivo de sentar las bases de una sociedad igualitaria y solidaria, es imperativo adoptar políticas antimilitaristas. Esto significa luchar no solo en las guerras de las fuerzas imperialistas europeos, sino también en la venta de armas y el apoyo a los regímenes represivos y beligerantes.

El capitalismo industrial ha dado lugar a la producción masiva de armas por parte de empresas que han adquirido un considerable peso económico y político, en particular en los Estados Unidos, Europa occidental, Rusia y China. Debido al sector que representa, el capital armamentístico tiene un estatus muy especial en nuestras sociedades capitalistas: el armamento es un espacio en el que el capital estatal y el privado están altamente entrelazados. Las decisiones sobre la investigación, la producción y el comercio de armas no se toman sin la aprobación del Estado, mientras que los industriales están protegidos y subvencionados por el Estado, que incluso actúa como representante del comercio para los capitalistas de las armas.

Armas cada vez más potentes

La industria armamentística, impulsada por la innovación constante, ha desarrollado armas cada vez más destructivas, especialmente desde la Primera Guerra Mundial. Los vehículos blindados, como los tanques, por un lado, y los buques de guerra y submarinos por otro han ido ganando poder en el campo de batalla. En particular, hay que destacar el desarrollo y la generalización de la aviación militar (y de los portaaviones) permitirá sembrar la muerte y el terror entre las poblaciones civiles (siendo un trazo característico de las “guerras totales”). Un objetivo similar de terror y muerte a escala industrial entre las poblaciones civiles es el que se persigue con el desarrollo de armas químicas, que será el núcleo del exterminio nazi de los judíos y gitanos europeos con las cámaras de gas, así como el despliegue imperialista de Washington en Indochina con el Agente Naranja. Esta lógica es también la que dirigirá el desarrollo de la bomba atómica, utilizada por los Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

El uso de tecnologías avanzadas es hoy en día el núcleo del desarrollo de los sistemas armamentísticos, por ejemplo, con los drones (vehículos -aerotransportados o no- controlados a distancia o automatizados, que pueden utilizarse tanto para la vigilancia como para el combate cuando están equipados con misiles) o las fronteras automatizadas (que reconocen los cruces clandestinos mediante un sistema de sensores). Al igual que con el desarrollo de la aviación en el siglo XX, estas tecnologías permiten establecer una distancia cada vez mayor entre las personas que matan y aquellas que mueren (o entre los que vigilan la frontera y los que tratan de cruzarla), limitando así el riesgo de lesiones, pérdida o empatía con las víctimas por parte del agresor.

Europa: ¿mercader de la paz o vendedora de armas?

Los Estados miembros de la UE producen y venden armas a escala masiva. El informe sobre las transferencias internacionales de armas del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), de marzo de 2020, muestra el volumen, el origen y el destino de las principales ventas de armas en el mundo para el período 2015-2019. El SIPRI indica que las exportaciones de armas han aumentado en un 5,5% durante este período en comparación con el período 2010-2014, y en un 20% en comparación con el período 2005-2009. Si bien los dos principales Estados exportadores de armas, los Estados Unidos y Rusia, representan más de la mitad de las exportaciones mundiales de armas (36% y 21% respectivamente), los Estados miembro de la UE no se quedan atrás. Francia y Alemania son los Estados exportadores de armas en tercer y cuarto lugar, mientras que el Reino Unido (que siguió siendo miembro de la Unión Europea en el período 2015-2019) y España ocupan el sexto y séptimo lugar. Entre los 25 principales Estados exportadores de armas del mundo, responsables del 99% de las exportaciones mundiales, hay nueve Estados miembros de la Unión Europea, que representan el 25,6% de las exportaciones mundiales.

Los regímenes autoritarios, un cliente a medida

Independientemente de lo que digan los gobiernos cuando se les pregunta, está claro que los mejores compradores son los regímenes autoritarios y beligerantes, no porque estén interesados sólo en aumentar su capacidad de disuasión, sino porque realmente utilizan estas armas. El SIPRI indica que los Estados miembros de la Unión Europea figuran entre los tres principales proveedores de los siguientes regímenes autoritarios, represivos, beligerantes o colonizadores (la lista no es exhaustiva e incluye sólo los 40 mayores importadores de armas del mundo): Arabia Saudita, India, Egipto, China, Argelia, Qatar, Pakistán, Estado de Israel, Turquía, Indonesia, Singapur, Marruecos, Brasil, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait.

Al intervenir militarmente en diferentes partes del mundo, las potencias imperialistas tratan de mantener su dominio económico y político sobre los llamados países del Sur, fortaleciendo al mismo tiempo los regímenes autoritarios en estos países. También utilizan las guerras y realizan maniobras militares muy costosas para demostrar la eficacia de sus sistemas de armas a sus posibles clientes. Sin ser exhaustivos, podemos señalar que en los últimos años los Estados de la UE han participado en las guerras de Afganistán desde 2001 e Iraq en 2003, en la intervención militar en Libia en 2011, en la guerra de Malí desde 2013, o en la coalición militar contra varios grupos yihadistas en Iraq y Siria desde 2014. Además, los ejércitos europeos están desplegados en muchos países del mundo en el marco de acuerdos de cooperación militar. Para los países que exportan armas, estas intervenciones son una oportunidad para demostrar la eficacia de las armas que ofrecen a la venta.

Imperialismo occidental y dominación militar

La UE está desarrollando una Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD). Si bien aún no ha sido posible lograr una política militar plenamente integrada y un ejército común, está fortaleciendo la cooperación militar de sus Estados miembros. Además, aunque el imperialismo de la UE y sus Estados miembros conserva cierto grado de autonomía, su alineamiento con el imperialismo de los Estados Unidos sigue siendo la regla general. En términos de imperialismo militar, la mayoría de los Estados miembros de la UE son miembros de la OTAN, siendo la adhesión a la OTAN de los Estados de Europa del Este y del antiguo bloque yugoslavo es una condición previa necesaria de facto para su adhesión a la UE. De este modo, la UE permite reforzar la presencia militar de los Estados Unidos y sus aliados a las puertas de África, el Oriente Medio y el antiguo bloque soviético, y participa directamente en la dominación imperial de Occidente sobre el resto del mundo. Esto no puede ocultar el hecho de que varios estados europeos, especialmente del centro de la UE, están directamente involucrados en esta dominación como estados.

La ley del más fuerte

De esta manera, la UE y sus Estados miembro contribuyen al establecimiento de sociedades cada vez más violentas, en Europa, en sus fronteras, pero también en el resto del mundo. En un capitalismo cuyas crisis (inherentes al mismo) se producen a intervalos cada vez más cortos, el modo de dominación de las clases poseedoras es cada vez menos a través de la aceptación de esta dominación como natural y legítima, y cada vez más a través de la coacción. El orden social se mantiene mediante el uso de las armas: la explotación de la fuerza de trabajo de la abrumadora mayoría de la población mundial se ve facilitada por su sumisión a una autoridad que se sabe que es potencialmente violenta, incluso en sociedades con instituciones políticas consideradas “democráticas”. Se trata, evidentemente, de una opción política de las clases dominantes, que favorecen esta militarización de las sociedades en detrimento del desarrollo de los ámbitos de la reproducción social -salud, educación, vivienda, ocio, etc.- y del desarrollo del tejido social. Esta lógica se ha puesto de relieve en gran medida por la crisis sanitaria sin precedentes desde hace más de un siglo, la pandemia de covid-19 en 2020, durante la cual los sistemas de salud de los Estados que figuran entre los principales vendedores y compradores de armas del mundo se mostraron incapaces de hacer frente a la situación. En Francia, la escasez de máscaras y equipamientos para el personal sanitario y la población fue comparada con la adquisición por el Estado de arsenales de armas represivas para los años venideros.

Además, muchos clientes de los Estados exportadores de armas son igualmente deudores de estos y de las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y FMI). La deuda contraída por estos países represivos y beligerantes debe considerarse odiosa según la definición del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM): “Debe considerarse odioso todo préstamo concedido a un régimen, incluso a uno elegido democráticamente, que no respete los principios fundamentales del derecho internacional, como los derechos humanos fundamentales, la igualdad soberana de los Estados o la ausencia de uso de la fuerza. Los acreedores, en el caso de dictaduras notorias, no pueden alegar ignorancia y no pueden exigir que se les pague. En este caso, el destino de los préstamos no es fundamental para la caracterización de la deuda. En efecto, apoyar financieramente a un régimen criminal, incluso para hospitales o escuelas, equivale a consolidar su régimen, a permitir que continúe. En primer lugar, algunas inversiones útiles (carreteras, hospitales, etc.) pueden utilizarse luego con fines odiosos, como por ejemplo para apoyar el esfuerzo bélico. En segundo lugar, el principio de fungibilidad de los fondos significa que un gobierno que toma prestado para fines útiles para la población o el Estado - lo que oficialmente casi siempre es así - puede liberar fondos para otros fines menos declarados”.

¿Qué soluciones hay para un gobierno popular?

Si las fuerzas de cambio pudiesen encarnar gobiernos populares, deberían aplicar políticas destinadas a romper radicalmente con el mundo desigual y violento que acabamos de describir. Por el momento, algunas de estas medidas pueden emerger desde los movimientos sociales, sin esperar a que se establezcan gobiernos populares.

La llegada a un gobierno de una fuerza popular le permitiría por ejemplo el salir de la OTAN y acabar con cualquier tipo de colaboración con esta organización. Esto constituye una cuestión importante en términos de ruptura simbólica y material con el orden político existente a nivel internacional; se trataría ”desoccidentalizar“ las relaciones internacionales al negarse a alinearse con los intereses de la superpotencia estadounidense y al demostrar que son posibles relaciones internacionales de solidaridad y no de subyugación.

Bajo un gobierno democrático, la comandancia militar más estrechamente vinculada al Estado capitalista y a la clase será apartado de su cargo y el ejército se reorganizará bajo control democrático. Si el Estado participa en guerras en el extranjero, iniciaría un proceso de retirada que se completará lo antes posible y sustituiría su acción militar por un apoyo humanitario bajo el control democrático de las poblaciones afectadas.

Desarme

Este gobierno popular también podría comprometerse con el desarme mundial y desmantelará su arsenal nuclear si lo posee. Socializaría la industria armamentista y establecería una moratoria en la producción y venta de armas en el extranjero, y convertiría a los sectores productores de armas ofensivas, dando prioridad a los sectores de reproducción social -salud, educación, vivienda, etc.- a la producción de armas de destrucción masiva. -Esto se haría con el apoyo a las y los trabajadores y el mantenimiento de los salarios. Tomará medidas legales retroactivas contra los responsables de la venta de armas a regímenes criminales.

Respeto de los Derechos Humanos

Además, un gobierno popular adoptará sanciones contra los regímenes que violen el derecho internacional y los derechos humanos fundamentales, procurando no poner en mayor peligro a las poblaciones de esos regímenes cuando se trate de países dependientes (por ejemplo, aplicaría sanciones selectivas contra las personas responsables de las acciones del régimen en lugar de sanciones económicas indiscriminadas). Congelaría todos los lazos económicos con el Estado de Israel hasta que éste cumpla con el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, es decir, hasta que Israel reconozca la soberanía del Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 y el régimen internacional de Jerusalén (lo que significa abandonar los asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Oriental), ponga fin a su bloqueo de la Franja de Gaza y a su régimen de apartheid dentro de sus propias fronteras y permita a los refugiados palestinos regresar a sus hogares.

Un gobierno popular apoyaría activamente a las naciones y pueblos oprimidos (por ejemplo, palestinos, kurdos, saharauis, rohingya) mediante la asistencia humanitaria y diplomática. Prestaría asistencia a las poblaciones cuyas vidas estén directamente amenazadas, incluso adoptando medidas para impedir que los regímenes penales cometan delitos en masa.

A medio plazo en el plano internacional, varios gobiernos populares podrían ser capaces de establecer un equilibrio de poder suficientemente fuerte para entablar negociaciones significativas con las potencias opresoras para la solución de los problemas nacionales (por ejemplo, Palestina, Sahara Occidental, Kurdistán) y las guerras civiles prolongadas (como por ejemplo en Siria). También se tratará de sustituir la ONU para la resolución de conflictos de manera realmente democrática, y no dominada por cinco potencias (EE UU, Reino Unido, Francia, Rusia, China) con un asiento permanente y poder de veto en el Consejo de Seguridad como ocurre actualmente.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/indus...

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