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Reflexión sobre la inacción frente al genocidio

Sábado.1ro de marzo de 2025 46 visitas Sin comentarios
Freedom Maker. #TITRE

Nunca antes pude ver tan claramente la maldad del ser humano. En una época en la que el acceso ilimitado a información nos permite ver el horror del genocidio en tiempo real, ¿cómo es posible que no haya servido para generar una respuesta masiva? ¿Por una serie de exageraciones y mentiras sobre el 7 de octubre de 2023? ¿Cómo toda esa gente que se dejo engañar por los medios, es incapaz de escuchar un relato diferente, incluso cuando este proviene de otros israelíes o judíos? ¿Acaso no son capaces de asimilar que lo que les espantó, se realiza a diario y multiplicado por mil, por el otro bando? ¿O tenemos más racismo por metro cuadrado que moléculas de oxígeno?

Nunca antes imaginé que vería niños descuartizados, reventados, con los sesos o las tripas colgando, con la carne hecha jirones, con la cabeza aplastada o arrancada, la mandíbula colgando o abrasados con fósforo o con fuego, niños viendo esto mismo a su alrededor, o recogiendo del suelo partes de los cuerpos de sus familiares. Niños asesinados de las peores formas posibles por una masa de fanáticos, tarados, inhumanos y sociópatas israelíes. Bebés, niños, mujeres, ancianos, jóvenes, operados sin anestesia y en las peores condiciones imaginables. Día tras día, por decenas, sino cientos, durante 471 días.

Y día tras día, durante 471 días, desde las esferas políticas hasta la muchedumbre interesada, los debates interminables se prolongan, en lugar de dar paso a la acción, mientras el genocidio persiste. El mundo no se paralizó ante este horror. Siguió girando y sigue, el carrusel de desechos televisivo, entre risas y mal gusto, celebrando la ordinariez, el espectáculo vacío y las apariencias. ¡Vergüenza! Las festividades siguieron su curso, un año y otro, incluyendo la Navidad, esas fechas que reflejan claramente la incoherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones. ¡Vergüenza! Los partidos, los festivales,... Esos que van a misa pero miran hacia otro lado. ¡Vergüenza! Todo sigue su curso, como en un universo paralelo a la pesadilla. Bienvenidos a la gran distopía. Como si fuese una película, en la que nadie puede interferir. ¿Qué hay de la gente que se emocionaba con obras cinematográficas sobre la resistencia frente a la injusticia? ¿Qué hay de la gente que aplaudía canciones por la paz? ¿Qué hay de los que clamaban por la memoria del Holocausto? O esos tragadores de basura, fans de los programas televisivos que explotan emociones efímeras, vendiendo lágrimas y compasión barata a través de historias personales diseñadas para el espectáculo. ¿Dónde están?

Al parecer, hemos convertido el sufrimiento pasado y presente, en un entretenimiento moral que no trasciende la pantalla. Nada se aprende, todo es apariencia.

Frases como “El mal triunfa cuando las personas buenas no hacen nada”, repetida hasta la saciedad, no han calado lo suficiente en nuestra mente. En cambio, somos testigos de una apatía cada vez más profunda, una indiferencia que raya en el cinismo.

El conocimiento de las corrupciones gubernamentales, de los intereses económicos que perpetúan guerras y de las estructuras de poder que sostienen estos crímenes, está al alcance de todos. Sin embargo, lejos de inspirar revolución, parece engendrar resignación. Hemos aceptado la idea de que el cambio es imposible, porque, al fin y al cabo, mientras tengamos que comer, un hogar donde vivir y, como no, el entretenimiento, ¿que nos importa lo que le suceda a los demás? A menos que la crisis llegue a nuestras puertas, ... y llegará.

La inacción de hoy es una traición a todos los que lucharon antes que nosotros. Es también una muestra del egoísmo exacerbado que define nuestra época: proteger nuestro confort a toda costa, ignorando que este se sustenta en la explotación, expolio y sufrimiento de otros, y en la explotación y devastación del medio ambiente. La lucha no solo es posible, es urgente. Es un imperativo moral. Ya sea por el futuro de nuestros hijos, de la naturaleza, por el encarecimiento de la vida, por el deterioro de la sanidad, etc. estamos rodeados de motivos para unirnos y luchar contra este sistema insostenible y genocida. La lucha por la libertad de Palestina, engloba todos y cada uno de esos motivos. Es la lucha por la igualdad y los derechos humanos de todos los pueblos.

La historia está llena de ejemplos de cómo la acción colectiva puede cambiar el curso de los acontecimientos. Desde la caída del apartheid en Sudáfrica hasta los movimientos por los derechos civiles en Estados Unidos, las victorias nacieron de la unión de personas con un objetivo común. Hoy, debemos aprender de esos ejemplos y ser la generación que se levante contra la indiferencia.

Actuar no es fácil. Requiere esfuerzo y esperanza. Pero es el único camino para construir un mundo donde la humanidad prevalezca sobre la barbarie y el poder de unos pocos. Cada pequeña acción cuenta: desde educarse y educar, participar en protestas, apoyar boicots, hasta construir redes de solidaridad con los oprimidos. Porque el cambio empieza con cada uno de nosotros.

Es hora de levantarse, de actuar, de unir fuerzas. Porque solo entonces podremos cambiar el curso de la historia y demostrar que las lecciones del pasado no fueron en vano.

A pesar de la tregua, las matanzas siguen sucediéndose y probablemente se recrudecerán en un escaso período de tiempo. Y mientras tanto, la enfermedad y el hambre siguen haciendo estragos. No hay tiempo para meditar, es hora de actuar por la vida y la verdadera justicia. Esa en la que nos hicieron creer, pero que brilla por su ausencia

Fredoom Maker

Fuente: https://www.briega.org/es/opinion/r...

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