Leo Bassi, cómico: “Los jóvenes ven a los progresistas como ancianos con ideas muertas y la ultraderecha les atrae” - Tortuga
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Leo Bassi, cómico: “Los jóvenes ven a los progresistas como ancianos con ideas muertas y la ultraderecha les atrae”

Viernes.1ro de noviembre de 2024 0 visitas Sin comentarios
El prolífico artista lamenta que la extrema derecha “esté triunfando”: “La izquierda se ha vuelto demasiado racional, está paralizada y ha perdido su fuerza instintiva, algo que es crucial para enfrentar esta nueva forma de fascismo”. #TITRE

Alberto Fraile

A sus 72 años, Leo Bassi (1952, Nueva York) sigue siendo un bufón irreverente y un provocador incansable. Mantiene una energía que incluso a él mismo le sorprende. Cuestiona las convenciones sociales, desarma al poder y desafía el paso del tiempo con una risa que incomoda tanto como ilumina. Con su obra +70 y su iconoclasta e insolente proyecto La Iglesia Patólica, reafirma su compromiso con la libertad de expresión y el poder sanador del humor.

Desde sus inicios en el circo hasta convertirse en un referente internacional, Bassi ha sabido transformar cada etapa de su vida en un espectáculo lleno de pasión, manteniéndose siempre relevante en una industria en constante cambio. Su legado, lejos de apagarse, busca trascender en el tiempo y en la memoria colectiva. Bassi presentará su obra +70 en el Teatre del Mar de Palma del 29 del noviembre al 1 de diciembre.

¿Qué se van a encontrar los espectadores que vayan a ver su obra ’+70’?

Van a encontrar pistas para renovar la izquierda, ideas que son profundamente fuertes y transformadoras. Al final del espectáculo, saldrán con muchas ganas de vivir, llenos de vitalidad. El público termina de pie, con el puño alzado, como si estuvieran asistiendo a un discurso político.

Si quieren recargarse de energía y vitalidad, y perder ese miedo a la muerte que ha paralizado también a los progresistas, obsesionados con la seguridad, mi espectáculo es para ellos.

Estamos en manos de neoliberales capitalistas sin piedad, capaces de destruir sin miramientos, y mi espectáculo tiene el poder de quitarle el miedo a la gente y darle una energía fundamental, de despertar y abrir nuevas ventanas en la mente.

La gente sale habiendo reído mucho y con una renovada sed de vivir, con ganas incluso de luchar por sus propias vidas. No puedo ofrecer más.

¿Los 70 son los nuevos 50?

Sí, seguro. Mi abuela consideraba que a los 50 años uno ya era viejo, que la vida había pasado y que, con tantas responsabilidades, ya no se podían hacer ciertas cosas. Ahora, en cambio, los 50 parecen ser como una nueva juventud, y creo firmemente que los 70 son los nuevos 50. Sin duda, sí.

Los alquimistas buscaban el elixir de la eternidad. ¿Usted lo ha encontrado?

Sí, pero está en la mente. El cuerpo me da igual. Yo puedo morir mañana, estoy de puta madre. Sabemos que el Big Bang fue hace más de 13.000 millones de años. Entonces vivir 10 años más o menos es ridículo. Incluso si uno viviera un millón de años, sería una miseria al lado de la cronología real de nuestro universo. Me da igual la edad de mi cuerpo. Lo que sí me importa es la fuerza espiritual. Esa fuerza interior hace que tu espíritu sea inmortal, que tu espíritu permanezca. No necesito la piedra filosofal o el agua de la fuente de la eterna juventud porque mi mente es súper joven. Mi espíritu perdurará después de mi muerte, estoy seguro.

Celebra la vitalidad a los setenta y más allá. ¿Alguna vez pensó que su secreto para mantener esa energía lo convertiría en el portavoz de los “jóvenes” viejos?

Yo no pensaba llegar a los 70 años, por lo tanto, tampoco me imaginaba siendo portavoz de nada. Creía que mi provocación era solo una explosión de adolescencia, algo que terminaría con la edad. Sin embargo, desde hace unos años me sorprende sentir tanta energía dentro de mí. Entiendo ahora que puedo ser portavoz de una sensación de gran desilusión en una generación, especialmente en lo que respecta a los progresistas y a todo ese movimiento, que veo muy apagado. Creo que es necesario un despertar.

Si alguien hubiera estado dormido los últimos 30 años y se hubiera despertado hoy, al leer el periódico podría fácilmente pensar que el mal ha triunfado.

Probablemente sí, porque muchos valores que antes estaban claros, compartidos por gran parte del mundo, ahora están pisoteados. Lo que está ocurriendo en Oriente Medio es inimaginable. Antes, si mataban a un palestino, se intervenía de inmediato, señalando que eso no podía ser tolerado. Ahora, todo sucede con una impunidad alarmante. Hablamos de cientos de miles de muertos, y seguimos avanzando hacia una cifra aún mayor sin ningún freno.

Estamos viviendo una pesadilla, y considero que gran parte de la responsabilidad recae sobre los neoconservadores, las escuelas de economía y el mundo del neoliberalismo. Un sistema que ha perdido de vista los valores humanos, abrazando una visión donde el más fuerte siempre tiene la razón y triunfa, sin importar las consecuencias. Esta lógica va en contra de todas las ideas morales que hemos sostenido desde la Ilustración.

En su anterior obra “Yo, Mussolini”, ya denunciaba el auge de la ultraderecha. ¿Qué diagnóstico hace de este proceso que se ha acelerado?

Es llamativo ver cómo la gente de izquierdas y los progresistas están completamente acojonados porque la ultraderecha está alcanzando el 40% de apoyo en ciertos lugares. Mi lectura de todo esto es que ha sido un error por parte de la izquierda y el progresismo. No nos hemos renovado, no hemos tenido nuevas ideas ni hemos generado una energía que conecte con los tiempos actuales.

La juventud, los chicos de 15 o 20 años, nos ven como ancianos con ideas muertas, mientras que el otro lado, la ultraderecha, proyecta una energía instintiva, de fuerza, de masculinidad, que les resulta atractiva. Es lógico que la extrema derecha esté triunfando, porque no hemos hecho una reflexión lo suficientemente profunda sobre lo que significa ser de izquierda hoy en día.

Las herramientas para entender el mundo y no repetir la historia deberían ser las humanidades, pero están siendo retiradas de las escuelas.

Esto está ocurriendo por razones económicas, porque todo está centrado en el dinero y en el éxito de las empresas. Pero la historia nunca se repite de manera exacta. Mi sensación es que el fascismo de hoy no tiene nada que ver con el de hace 80 años. Es otra cosa. Aunque es fascismo, tiene dimensiones y razones completamente distintas. No se puede combatir el fascismo actual utilizando las mismas herramientas del pasado. Por eso, necesitamos inteligencia para entender de qué se trata realmente. El problema con la izquierda es que se ha vuelto demasiado racional, está paralizada y ha perdido su fuerza instintiva, algo que es crucial para enfrentar esta nueva forma de fascismo.

¿Cuál es la receta para ser auténtico?

Hay que estar fuera de las convenciones. ¿Te imaginas si yo fuera un autor teatral que dependiera del sistema para financiarme? Si la democracia es fuerte, tienes libertad de expresión. Pero cuando la política empieza a inclinarse hacia el fascismo y necesitas ir a buscar tu subvención, ¿qué haces si te encuentras frente a la gente de Vox o del PP? Lo más fácil es autocensurarse para seguir recibiendo ese dinero.

Yo me he mantenido fuera de todo ese sistema. La Iglesia del Paticano vive por su cuenta, sin un solo euro de subvención, generando su propio dinero.

Hace muchos años, cuando salí en televisión, varias compañías de cervezas y otras marcas me ofrecieron mucho dinero para hacer publicidad y ser patrocinado por ellas. Pero no quise encadenarme a una marca. Ahora, puedo reírme del capital sin miedo a perder dinero, porque no dependo de esa gente.

De la misma manera, puedo reírme de cualquier política. Puede llegar Vox, puede llegar el PP, lo que sea. Imagina, yo vivo en Madrid, donde el PP controla la Comunidad y el Ayuntamiento. ¿Te imaginas si yo hubiera tenido que pedirle dinero al PP de Ayuso para mantener el Paticano? Incluso a patrocinadores comerciales. Mi “capilla” está filosóficamente lejos del poder y por eso se llena de jóvenes: instintivamente sienten la fuerza anti-sistema que representamos.

Ha mencionado que sus actuaciones muchas veces son rituales chamánicos. ¿A qué se refiere?

Llegó un momento en que me di cuenta de que todo ese esfuerzo por provocar, por desafiar, tenía su origen en una fuente de energía vital antiquísima que hay dentro de mí. Y cuanto más pasa el tiempo, más claro lo tengo: esta fuente no es algo racional ni lógico, sino que brota de lo más profundo de mi existencia.

Podría incluso describirlo como un duende interior, no es algo que yo racionalice o planifique deliberadamente. No es que yo diga: “Voy a hacer esto por una estrategia”. No, hay algo dentro de mí que me habla y me guía, que me dice: “Esto es lo que vas a hacer y por aquí es por donde debes ir”. En algún momento me di cuenta de que, en las tribus antiguas, esto es lo que llamaban ser un chamán. Es esa voz interna, ese duende, que te habla y te guía, y está conectado con algo muy antiguo, algo que pertenece a la memoria más ancestral de la humanidad.

Me he dado cuenta, con el paso de los años, de que sí, yo soy como un chamán. Estoy convencido de que en otras civilizaciones, en las tribus antiguas, la gente habría entendido perfectamente lo que hago. Habrían dicho inmediatamente: “Este tío es un chamán”.

Bueno, Sócrates, uno de los padres de la filosofía occidental, tenía un “daimón” que también le hablaba...

Cuando llegas a lo más profundo de tu identidad, te das cuenta de que existen energías interiores que no controlas, y quizás esas energías van más allá de tu propia existencia, incluso más allá de tu propio cuerpo. Estás tocando algo más grande, algo que puede llegar a ser profético… Últimamente, me pasa que pienso en algo y, sorprendentemente, esa cosa se materializa, como si hubiera una conexión inexplicable, algo que los chamanes conocen bien.

Lo curioso es que, aunque me considero el hombre más racional del mundo, con una inclinación hacia la ciencia, no puedo evitar notar que esto me ocurre. Pienso en algo y se hace realidad. Ciertos atributos del chamán tradicional los estoy viviendo en mí mismo, y lo acepto con mucho sentido del humor.

Me hace reír, porque siendo bufón no me tomo nada de esto demasiado en serio. Todo esto está ocurriendo, pero el duende dentro de mí es un payaso que se está descojonando de la risa, llevándome a situaciones extrañas, pero sin otra lógica que hacerme reír a mí mismo. Mi duende interior es un cachondo.

Es bufón, chamán, profeta y también radiactivo. ¿No?

En los últimos días de mi padre, mi familia me reveló que, cuando era un bebé de 11 meses, me llevaron a presenciar una explosión nuclear en un ensayo en el desierto de Nevada. Incluso mi padre me dio un rollo de película de 8 mm donde se ve la explosión de cerca y todo.

Lo más curioso es que mis padres nunca me lo contaron antes porque sentían vergüenza. Me dijeron: “No te lo dijimos porque, seguramente, las radiaciones te jodieron de alguna manera, y no queríamos contártelo por si eso te había afectado”. Ellos no querían enfrentar la posibilidad de que quizás me hubieran expuesto a algo peligroso cuando tenía solo 11 meses. Sin embargo, aquí estoy, con 72 años y bastante en forma, así que parece que las radiaciones no me jodieron tanto después de todo.

Igual por eso, ahora, tiene superpoderes…

Sí [ríe]. Quizás esos poderes de chamán también provengan de las radiaciones. Estoy abierto a todas las posibilidades. Lo cierto es que ningún espectáculo teatral puede ofrecer al público la experiencia de ver, en 8 mm, una explosión nuclear a solo 20 kilómetros de distancia. En todos mis espectáculos me gusta impactar al público con lo inesperado, y esta es, sin duda, una de las cosas más inesperadas: presenciar una explosión nuclear en directo.

¿Cómo equilibra ese humor bufonesco con reflexiones filosóficas profundas?

El verdadero bufón siempre ha sido así. En el siglo XII o XIII, los bufones de las cortes reales tenían el derecho de mofarse del emperador o del rey, porque en la época medieval se entendía que esta capacidad de burlarse incluso del poder venía acompañada de una filosofía, de una visión profunda de la vida y del mundo. Ese es el equilibrio que siempre ha existido en la figura del bufón: humor y reflexión profunda.

Yo he crecido en esa tradición. Mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, todos ellos me inculcaron esta visión. Mi abuelo solía decirme: “Nos llamamos Bassi, que en italiano es el plural de ’basso’, lo que significa gente de baja condición social. Nuestro apellido es ’los Bajos”. Mi abuelo me recordaba constantemente que representamos la opinión de la gente que no tiene nada. Y cuando no tienes nada, tampoco tienes nada que perder.

Es precisamente esa falta de posesiones lo que te permite reírte de todo, porque no te pueden arrebatar nada si no tienes nada que perder. Esta es la sabiduría y la espiritualidad de los más humildes y de los bufones. Cada día, cuando me despierto, estoy convencido de esto: soy de los de abajo, y eso me da una libertad total para decir y hacer lo que quiero. Porque no temo perder lo que nunca tuve, y esa libertad es lo que me permite mantener siempre el equilibrio entre el humor bufonesco y las reflexiones filosóficas profundas.

Ahora que está reflexionando sobre su vejez. ¿Cómo le gustaría que las futuras generaciones recuerden a Leo Bassi?

Todo lo relacionado con el “Paticano”, la escritura de la Biblia Patólica que estoy terminando y todo lo que estoy creando con ello, es donde reside lo más fuerte de mi obra.

Soy muy consciente del paso del tiempo, de la inevitabilidad de la muerte que, probablemente, no está muy lejos. Por eso, me estoy organizando para asegurarme de que mi legado, mi obra, siga viva en la memoria de la gente durante miles de años. ¿Ves? No soy modesto.

Siempre ha luchado por la libertad de expresión y por el libre pensamiento. ¿Cuál ha sido su mayor triunfo en esta batalla?

Poder seguir renovándome en cada generación y no quedarme anclado en el pasado ha sido clave para lo que hago. Un ejemplo es “la Iglesia del Paticano”, la iglesia y capilla que he creado.

El público que viene a verme sigue creciendo, cada vez hay más gente. Tengo la sensación de que mis provocaciones no han sido en vano, que lo que he hecho ha tocado a las personas, tal vez no a todo el público, pero sí a algunos muy profundamente. Y como sucede en la vida, ahora, en esta etapa, he empezado a cosechar lo que sembré hace años.

Los teatros llenos, el “Paticano” lleno, todo esto es una muestra de que no me equivoqué. A pesar de haber seguido una carrera fuera de las normas, alejado del mundo de la cultura oficial, sin apoyo económico, a mi manera y a mi ritmo, el éxito que tengo hoy me demuestra que no estaba equivocado.

¿Ha fundado la religión del patito de goma?

Sí. El patito de goma simboliza lo pequeño, lo intrascendente, lo que no tiene poder. Es básicamente una víctima en un mundo dominado por los grandes poderes, pero es feliz con su pequeñez. Y eso es lo que yo predico en la “Iglesia Patólica”: que los grandes poderes económicos y políticos están por encima de nosotros, hacen lo que quieren, nos hablan de democracia, pero todo es falso. Las elecciones no cambian nada fundamentalmente. Del otro lado, la verdadera resistencia es, en primer lugar, ser consciente de que todo esto es una gran mentira controlada por unos pocos. En segundo lugar, saber reírse de todo ello. Descojonarse en la cara de los poderosos que creen que nos están engañando con su falsa narrativa de democracia.

En esencia, eso es lo que los bufones siempre han hecho: señalar la verdad a través de la risa, mostrar el absurdo del poder y mantenerse fuera de sus garras.

¿Cómo utiliza la “Iglesia Patólica” para poner en evidencia las contradicciones de la narrativa oficial?

Si vas a una iglesia hoy en día, verás que hay muy poca gente y son todos viejos. En mis “misas”, la media de edad es de entre 18 y 20 años. Sin ningún apoyo de patrocinadores, no hay empresas detrás de mí, nadie. No hay ninguna subvención del Estado español ni de otros estados.

Cuando la gente entra en el “Paticano”, una de las primeras cosas que sorprende es que no estamos en el año 2024. Cruzan la puerta de mi iglesia, están en el año 74.012. ¿Por qué? Para ser sincero, el nacimiento de Jesús me es bastante indiferente. No tengo nada en contra de Jesús, pero la fecha de su nacimiento no significa nada para mí, ya que no sigo esa creencia.

Entonces, inmediatamente surge la pregunta: “Si no estamos en 2024, ¿en qué año estamos?” Y ahí es cuando hago una pequeña reflexión de bufón y cómico. Como artista, me considero parte de esa estirpe de seres humanos que crean cosas que no son directamente útiles, sino que nacen de la imaginación. Me pregunté: “¿Cuál sería el nacimiento del primer artista de la humanidad?”

Evidentemente, la historia no puede señalar a esa persona exacta, porque los primeros humanos eran cazadores y recolectores. Pero en algún momento, alguien tuvo que haber sido el primero en crear una obra de arte. Así que investigué y descubrí que la obra de arte más antigua que conocemos hasta hoy tiene unos 74.000 años. Se encontró en una cueva en Sudáfrica: una piedra con unas líneas y dibujos que claramente son intencionados, fruto de la creatividad humana. Los arqueólogos han datado esta piedra y, hasta la fecha, no han encontrado nada más antiguo.

Cuando descubrí esto, hace 12 años, justo cuando abrí el “Paticano”, decidí establecer ese año como el punto de partida de nuestra cronología. Así que aquí estamos en el año 74.012, porque el Paticano ya tiene 12 años de historia.

Y con esto también desafío a las personas que no son cristianas, que se consideran ateas. ¿Por qué siguen midiendo el tiempo según el calendario cristiano, si no creen en él? Si no eres cristiano, ¿en qué año estás?

El Diario

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