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La rabiosa actualidad de algo que no es tan nuevo

Domingo.22 de septiembre de 2024 156 visitas Sin comentarios
Capítulo 1º del libro «De la pseudociencia a la conspiración: Un viaje por la espiritualidad New Age». #TITRE

«De la pseudociencia a la conspiración. Un viaje por la espiritualidad New Age»
Pablo San José Alonso.

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1. La rabiosa actualidad de algo que no es tan nuevo

Lo primero que cabe decir antes de adentrarse en el análisis del fenómeno que pretendemos estudiar es que, en realidad, apenas hay nada de nuevo en los modernos desafíos a los paradigmas dominantes de conocimiento.

Cierto es que, para muchas personas, el nutrido y estridente fenómeno sociológico constituido por quienes, en su día, discutieron las tesis oficiales en torno al covid-19 supuso una auténtica sorpresa: vino a ser toda una revelación el descubrir de pronto a tantos individuos, procedentes de grupos y condiciones de lo más diverso, negando una a una las explicaciones, tanto «oficiales» como puramente científicas, de un fenómeno inédito, de carácter mundial, y de fuerte impacto en las vidas de hasta el último habitante de las sociedades occidentales.

Sin embargo, como decimos, esa novedad, en todo caso, fue más que relativa. Explicaciones alternativas y enfrentadas a las académicas y oficiales siempre las hubo en relación a casi cualquier cuestión. Pensemos, por ejemplo, ciñéndonos a las cuestiones más resonantes, en el tremendo éxito editorial o radiofónico de temas ocultistas y paranormales de hace unas décadas; la parasicología, la ufología… Quienes tenemos unos años, sin duda, recordaremos al doctor Jiménez del Oso, inspiración del Iker Jiménez de hoy. Publicaciones coleccionables sobre misteriosas antiguas civilizaciones… O recurrentes apariciones divinas de vírgenes y santos acontecidas en las fronteras, cuando no en el exterior, de la institucionalidad católica, que concitaban un aluvión de devotos y peregrinos procedentes de las clases más populares, en búsqueda y logro de variopintas sanaciones. De hecho, las actuales terapias New Age, en cierto modo reputadas, defendidas ocasionalmente desde lo institucional y dotadas de prestigio en según que ambientes no precisamente marginales (homeopatía, reiki, biodescodificación, quiropráxis…), en el fondo, guste o no guste la asociación de conceptos a sus usuarios, vienen a ser la actualización, renovación y puesta en escena para un público «moderno», generalmente urbanita y de mayor nivel cultural, de prácticas paramédicas ancestrales y populares, de impronta espiritual, como el curanderismo. Se defiende hoy el dióxido de cloro (MMS) como medicamento activo contra casi cualquier mal, igual que hace unos años se pretendía que la sanación del cáncer era cuestión de tomar un preparado llamado Bio-bac o, más antiguamente, cualquiera de los muchos elixires curalotodo que se vendían en ferias o, por ejemplo, el agua de Lourdes. Aunque con los años, muy en relación con el momento de triunfo empírico y de declive de lo espiritual que vivimos, el discurso con el que se pretende validar la eficacia de unos y otros preparados de este tipo ha ido incorporando cada vez más elementos pretendidamente científicos y se ha ido desprendiendo de los rasgos místicos en que se basaba antes su promoción, lo cierto es que el principio activo sigue siendo exactamente el mismo: la fe de quien lo consume. Por otra parte, lo que no ha cambiado lo más mínimo es la conciencia de sus usuarios más entusiastas y sus divulgadores de ser víctimas de persecuciones y conspiraciones diversas, emprendidas en su contra por los estamentos oficiales, los cuales estarían así protegiendo sus intereses particulares en detrimento del bien común.

Porque, hablando de teorías de la conspiración y conspiranoias, concepto este último que se refiere a ciertas actitudes obsesivas en relación a esta forma de interpretar la realidad que se dan en algunas personas, también hay que decir que no hay nada nuevo bajo el sol. Pensemos, por poner solo algún que otro ejemplo, en la teoría de que jamás se aterrizó en la luna, que sigue vivo Elvis Presley (o que Paul McCartney es un doble del auténtico), o en la cantidad de especulaciones gratuitas que han circulado aún más tradicionalmente en torno a la masonería, el pueblo judío…
En realidad, ni siquiera se precisa acudir a este tipo de teorías más o menos excéntricas y minoritarias para comprobar la antigüedad y la vigencia de dicha forma de comprender la realidad. Como decimos, la desconfianza en lo académico, lo científico, lo «oficial»..., de una forma u otra, siempre se ha dado y, de hecho, sería más que difícil hallar a la persona que pudiera preciarse de no haber mantenido, aunque sea en alguna ocasión coyuntural, algún tipo de duda, disenso o visión alternativa con respecto a cuestiones mayoritariamente aceptadas, especialmente cuando éstas se encuentran en el centro de la atención mediática.

Volviendo a la actualidad, no requiere grandes argumentaciones la comprobación de que la pandemia del covid-19 supuso un gigantesco estado de excepción de carácter global, lleno de incertidumbres en diferentes esferas y de enorme dilatación temporal. Las medidas que unas y otras autoridades decretaron en cada momento para la contención de la epidemia (o —no descartemos esa posibilidad, al menos en casos concretos— con la excusa de la misma) exacerbaron, llevaron al límite, tanto circunstancias objetivas de la vida de muchísimas personas, como sus percepciones subjetivas. Se dio así el mejor de los caldos de cultivo para este tipo de sensibilidades «alternativas» que, como digo, ya estaban, pero que en situaciones de este tipo prosperan como nunca y afloran hacia escenarios de mayor proyección mediática. De esta manera, las mentalidades individuales que, ya de por sí, tendían a alinearse, incluso de forma sistemática en algunos casos, con visiones de la realidad caracterizadas por la desconfianza, la crítica y la disidencia, ante la nueva situación, absorben los datos que ésta les proporciona, dirigiendo principalmente su atención a las orillas, los contornos más difusos y equívocos, aquellos en los que la información objetiva escasea y hay espacio de sobra para la especulación. En tal escenario, que es novedoso, afecta intensamente la vida de muchísimas personas, aporta cambios sociales, políticos y económicos a velocidad de vértigo y está lleno de intersticios de desconocimiento, incertidumbre y discursos contradictorios, es perfectamente lógica la proliferación de actitudes de disconformidad y desafección hacia las explicaciones «oficiales».

Se produce así una tormenta perfecta en la que las personas que ya venían manteniendo actitudes de crítica global al stablishment, creen ver confirmadas todas sus teorías a la luz de la nueva situación. Ello les proporciona confianza en su propia forma de ver las cosas y un renovado interés en la divulgación, cuanto más lejos mejor, de sus puntos de vista. A la hora de emprender dicho esfuerzo se van a encontrar un escenario propicio, abonado con las situaciones personales de estupefacción y temor que, en dichos momentos, proliferan ampliamente en la sociedad. En tal contexto, este pensamiento «alternativo» posee la capacidad de sumar a muchas personas, ampliando notablemente su base participativa y mediática.

Es de esta forma y, principalmente por dichas causas, que en la contestación al discurso oficial sobre el covid-19, más allá de los seguidores tradicionales de las alternativas «holísticas», pudo contemplarse, codo con codo, a personas procedentes de muy diversas adscripciones sociales e ideológicas, a menudo diferentes e incluso opuestas entre sí. Sin embargo, en este escrito, tras los estudios e investigaciones pertinentes, partimos de la idea de que todas estas epistemologías, es decir, maneras de acercarse a y comprender la realidad que, en el caso del que hablamos, comparten raíz disidente con respecto a lo mayoritario, tienen un origen común y, en mayor o menor medida, se inspiran en una tradición de pensamiento de corte espiritual denominada New Age. En las líneas que siguen trataremos de fundamentar dicha afirmación y de adentrarnos en sus pormenores.