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La copla de la seguridad

Martes.14 de enero de 2025 34 visitas Sin comentarios
El número de psicópatas en posiciones de poder ha superado el umbral que la sociedad internacional puede asimilar. Por añadidura, un buen currículo criminal, lejos de arruinar una carrera política, permite afianzarla. #TITRE

Antonio Remiro Brotons

La seguridad ha sido siempre un concepto central en la construcción de un sistema institucionalizado de relaciones internacionales. La Carta de las Naciones Unidas hizo de ella su columna vertebral. Pero esa seguridad, la seguridad de la Carta, se entendía en estrecha relación con la paz. Ambos conceptos aparecen juntos veintinueve de las treinta y dos veces que son mencionados en el texto. Esa vinculación es la que da a la seguridad toda su energía positiva; más aún cuando la paz se asocia con la libertad, la justicia, el desarrollo. La seguridad de la Carta era –y es-, por otro lado, colectiva, de todos, a pesar de los límites impuestos por la facultad de veto de los miembros permanentes del Consejo, ejercido antaño, frecuentemente, por la Unión Soviética y, hogaño, por Estados Unidos, especialmente al proteger incondicionalmente los actos criminales de Israel.

Ahora la paz, la justicia o la libertad se aprovechan como muletillas retóricas o eslóganes de legitimación de ilícitas acciones unilaterales; la seguridad, como referente básico del nuevo orden, prefiere a la vieja relación con estos conceptos una acumulación de adjetivaciones que la presentan como democrática, energética, ecológica, económica o demográfica, acentuando la percepción de que se vive en una sociedad de alto riesgo.

Se trata, además, de una seguridad posicional, de mí o nuestra seguridad -la del Norte, la de Estados Unidos y sus clientes- frente a sus amenazas (las del Sur, las del abierto eje del mal). La hipótesis de que los otros puedan sentirse amenazados por nosotros o la forma en que su seguridad pueda verse comprometida por nuestras acciones es descartada de plano.

Una presentación así refuerza el retorno a la autotutela individual y grupal en detrimento de las respuestas de Naciones Unidas. Estados Unidos y sus clientes tienen derecho, se dice, a salvaguardar su seguridad, en su poliédrica expresión, recurriendo a los medios de su elección, incluido el recurso a la fuerza armada, allí donde la crean en peligro. Ya en 2002, el documento sobre estrategia de seguridad nacional, firmado por Bush jr, había cuidado incluir como un requisito sine qua non de la definición de Estado hampón, blanco de sus iras, el odio a los Estados Unidos. Gobiernos corruptos y criminales que amaban a América estaban a salvo.

La seguridad, como concepto vertebrador de toda clase de abusos, ha dado cobertura al crimen con el beneplácito de amplios sectores de las sociedades primimundistas adoctrinados para vivir en clave de permanente amenaza. En los países democráticos las primeras víctimas han sido -y son- los derechos individuales y colectivos, las libertades públicas, las garantías judiciales, la transparencia de la información y la pluralidad informativa, la restricción en el uso de la fuerza represiva. Al final del día, convertidos en siervos, nadie garantizará una seguridad que acabaremos perdiendo después de haber sacrificado por ella la libertad, la paz y la justicia.

La seguridad es un concepto puramente negativo si no va acompañado de estos valores. Usted conoce, sin duda, a alguna Paz, a alguna Libertad (probablemente menor de cincuenta años), a más de un Justo y una Justa. Decenas de nombres emparentan con estos conceptos, como atestigua el Registro Civil. Hay plazas, avenidas, calles, monumentos a la Libertad, a la Paz, palacios de Justicia; pero, ¿conoce a alguien a quienes sus padres hayan puesto de nombre Seguridad? ¿Se sabe de avenida, monumento o palacio que le hayan sido dedicados? A lo más, uno se encuentra con herramientas de inteligencia artificial que generan nombres para negocios de esta índole, que acaban en el Registro Mercantil. En el plano arquitectónico la Seguridad se asocia con las cloacas. Incluso en el oficio religioso de la misa los feligreses se dan fraternalmente la paz, no la seguridad que en lo civil es, más bien, cosa de bancos.

Instalados en la habitación del pánico, vivimos tiempos oscuros. El Mal existe y hay motivos más que sobrados para estar preocupados. El número de psicópatas en posiciones de poder ha superado el umbral que la sociedad internacional puede asimilar. Por añadidura, un buen currículo criminal, lejos de arruinar una carrera política, permite afianzarla. La idea de ser los buenos frente a los malos parece irresistible para las masas intoxicadas, capaces de endosar fraudes, falsedades, bombardeos y sanciones filantrópicas.

En un mundo gobernado por psicópatas que disponen de armas nucleares, el escenario es aún más inquietante. Son explicables los discursos de quienes se niegan a ver la realidad y cultivan en maceta la nostalgia, tanto como lo son los distópicos, que advierten del fin del mundo, si no nos ponemos las pilas, o lo creen irremediable, a falta de fijar la fecha. Desde este punto de vista la supervivencia en comunidades subterráneas, como las anunciadas por Clive Staples Lewis hace ochenta años, parece incluso demasiado optimista. Tal vez, algunos afortunados puedan sobrevivir emigrando a otros planetas y, en este sentido, el presidente Trump ha sido previsor al contar con Elon Musk a su lado. En cambio, quienes optaron por la criogenización de sus cuerpos, desde que James Bedford quiso garantizar su resurrección por este método en 1967, pueden verse defraudados al encontrarse solos al despertar del sueño en medio del caos.

Pero cultivemos, aún vivos, otros sueños, los utópicos, las metas inalcanzables que justifican el camino, evitando los trillados que se nos han venido ofreciendo. Conservar el planeta y satisfacer las necesidades básicas de la población forman parte de ese camino. Hay que volver a la Carta de las Naciones Unidas y, a partir de ella, gestar un nuevo modelo de vida, dando sentido a la noción de humanidad, la patria genuina de todos nosotros, aldeanos del mundo. Con eso rescataremos también la noción de comunidad internacional, hoy objeto de saqueo por la llamada oligarquía global. Persigamos las sombras para mantener viva la esperanza.

Fuente: https://www.informacion.es/opinion/...

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