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Gonzalo Arias: "Se necesitan uno o varios Gandhis saharauis"

Martes.14 de junio de 2005 2164 visitas Sin comentarios
Correo Tortuga - Gonzalo Arias #TITRE

Uno o varios Gandhis saharauis.

Se necesitan.

No digo que con urgencia inmediata, porque los procesos históricos tienen su tiempo y su ritmo, a menudo mucho más dilatados de lo que desearíamos. Pero me atrevo a decir que el momento actual es propicio para que los responsables saharauis se planteen la posibilidad y la conveniencia de adoptar resueltamente una estrategia noviolenta en la lucha por afirmar los derechos de su pueblo.

El pueblo saharaui, con arrojo y tesón admirables, mantuvo en el período 1975-1991 una resistencia armada contra un ejército marroquí dotado de medios muy superiores, al que consiguió infligir derrotas sonadas. Pero fuerza es reconocer que el armisticio de 1991 dejó en manos marroquíes la parte más importante y rica del país, con sus minas de fosfatos, y que la monarquía alauita sigue obstaculizando obstinadamente el referéndum de autodeterminación exigido por las Naciones Unidas. En estas circunstancias, nos llegan ahora (junio de 2005) informaciones sobre manifestaciones populares de protesta (“intifada”, se ha llegado a decir) en la zona ocupada.

Según una información de prensa, el Presidente de la República Saharaui, Mohamed Abdelaziz, calificó estos actos de "resistencia pacífica". Preguntado sobre la eventualidad de que el Frente Polisario vuelva a la lucha armada, declaró que “actualmente estamos en una situación de lucha pacífica no violenta y esperamos que el Gobierno marroquí no nos empuje a volver a tomar las armas".

Palabras que inmediatamente despiertan simpatía y esperanza (junto a cierta inquietud) en cuantos pretendemos situarnos de algún modo en la estela de Gandhi, el liberador de la India, en quien vemos el mayor genio político del siglo XX. Pero ¿entenderá Mohamed Abdelaziz por lucha no violenta lo mismo que Gandhi entendía por noviolencia, ahimsa? Cabe dudarlo.

Lucha noviolenta no es, desde luego, oponer una violencia “buena” a una violencia “mala”. Tampoco es una mera “resistencia pasiva”, un simple “no hacer” (aunque a veces la desobediencia cívica, actitud negativa, pueda tener una importancia capital en la estrategia noviolenta).

La lucha noviolenta es voluntad de romper el círculo vicioso de violencia y contraviolencia, lo que requiere un esfuerzo de imaginación y una disposición para tomar la iniciativa. Trataré de sintetizar el pensamiento gandhiano en las siguientes premisas:

• Renuncia a las armas de muerte. Hay que poder decirle al adversario: “Voy hacia ti sin armas. Puedes matarme, pero si lo haces debes saber que no podrás invocar la razón de la legítima defensa, pues yo nunca te mataré a ti.”

• Apertura al diálogo. Aunque estemos convencidos de la justicia fundamental de nuestra causa, debemos estar siempre dispuestos a escuchar las razones del otro, con voluntad de reconocer la parte razón, si la hubiere, que pueda asistirle.

• Apelación a la conciencia del adversario. No se trata de caer en la ingenuidad de creer que con buenas palabras se puede convencer al lobo para que no ataque al cordero. Pero en un enfrentamiento entre pueblos, los argumentos de conciencia puede hacer mella en las bases populares antes que en los dirigentes.

• Imaginación para encontrar medios de presión noviolentos. Esto es esencial. La presión no ha de ser necesaria ni exclusivamente de orden moral, sino que puede ser más palpable: se trata de poner al adversario ante la alternativa de experimentar pérdidas materiales o perjuicios políticos si no se aviene a razones.

• Disponibilidad para aceptar los propios sufrimientos sin buscar venganza o desquite, como prueba de nuestra buena voluntad.

• Prudencia política para facilitar una salida digna al adversario. El objetivo final no debe ser la humillación de éste, sino la reconciliación.

Esto es solo un esbozo. No es este el lugar para ahondar en la doctrina de la noviolencia, sobre la que existe ya una amplísima bibliografía. Vengamos al conflicto concreto del Sáhara. Lo que pretendo aquí es visualizar lo que podría ser una ambiciosa acción noviolenta para propiciar una solución.

Esa acción sería la vuelta a su hogar de los saharauis exiliados mediante una gran Marcha de Retorno noviolenta Tindouf-El Aaiún.

Dicho así, de sopetón, la propuesta acaso produzca vértigo. Es como un salto al vacío con un paracaídas que no ha sido debidamente probado.

Difícil será, en efecto, “probar” (en el sentido de hacer ensayos de laboratorio) el método antes de ponerlo en práctica. Pero lo que sí se puede y se debe hacer es reflexionar detenidamente sobre la viabilidad de la estrategia, la planificación de la operación, los factores que podrían jugar a favor o en contra, la manera de entrenar o dar la debida formación a los voluntarios, las ayudas previsibles, la previsión de riesgos, etc. A esa reflexión quisiera invitar a los saharauis, y contribuir por mi parte aportando algunas ideas.

Calendario

Hay que excluir las prisas y las improvisaciones. La preparación puede durar un año, dos años, quizás más. Pero seguro que no tanto como el tiempo que necesitó Gandhi (sin conseguirlo del todo) para llevar a su gente por la senda de la noviolencia. El mucho menor número de la población saharaui y su cohesión interna pueden ser una gran ventaja.

Formación

Los Gandhis saharauis, sobre todo los que vayan a actuar como organizadores o coordinadores de la operación, tendrían que seguir unos cursillos de formación tanto teórica como práctica. No faltarían ayudas de grupos e individuos, en España y en otros países, con conocimientos y experiencia en luchas noviolentas.

Transparencia en la preparación

La violencia es normalmente aliada de la mentira, la noviolencia es aliada inseparable de la verdad. Desde el principio, se informará con claridad y veracidad sobre los objetivos y los medios. No solo no hay inconveniente, sino que conviene que el adversario sepa de antemano la clase de batalla que se le va a presentar. Ello no será obstáculo para que en operaciones puntuales pueda jugarse con el efecto sorpresa.

Decisión democrática

La organización administrativa del pueblo saharaui, con sus congresos populares de base, sus congresos provinciales y su congreso popular general, ofrecerá un excelente cauce para debatir el plan de acción, y para que la decisión final de emprender la operación sea respaldada por todo el pueblo.

Talante conciliador

Una lucha verdaderamente noviolenta nunca puede estar animada por un espíritu hostil frente al país enemigo, y mucho menos frente a su población civil. Leo en una fuente saharaui que “las relaciones que imperan entre los ocupantes y la población saharaui son la hostilidad recíproca, la desconfianza profunda de una parte y de otra.” Esto no es bueno para nadie. Se darán consignas a los participantes en la marcha para no rehuir el diálogo amistoso, tanto con los soldados como con la población civil marroquíes.

Itinerario

A la vista del mapa, parece haber tres rutas posibles de Tindouf a El Aaiún, que discurrirían cada una principalmente por territorio marroquí, saharaui o mauritano. Aunque la más lógica y directa parece la segunda (por Smara), quizás un buen conocimiento del terreno y las circunstancias políticas aconsejen otra opción..

Cobertura mediática

Este elemento es esencial. Un medio de presión tanto sobre la conciencia como sobre los intereses políticos del adversario es hacerle saber que los ojos y los oídos del mundo están atentos a lo que hace. Han de darse facilidades máximas a los periodistas y equipos de radio y televisión. Convendrá estudiar también las posibilidades técnicas de hacer llegar al pueblo marroquí información veraz sobre la marcha, su justificación y sus objetivos.

Apoyos previsibles

No parece que quepa esperar apoyo directo de ningún gobierno, ni quizás de los políticos en general. En realidad, puede ser mejor que no metan sus pecadoras manos en el asunto. Será suficiente que no obstaculicen la operación. Tampoco es previsible que el Secretario General de las Naciones Unidas o sus colaboradores, pese a su buena voluntad personal, consigan gran cosa en una organización que, en definitiva, está gobernada por los Estados más poderosos.

En cambio, puede darse por segura la ayuda de los grupos y asociaciones de amigos del pueblo saharaui, que no son pocos.

También sería fácil movilizar a buena parte de cuantos en todo el mundo se declaran adeptos de la doctrina de la noviolencia y buscan oportunidades para ponerla en práctica para curar los males de este mundo enfermo.

Y no me cabe duda de que una invitación a participar en la “Marcha de Retorno Saharaui” sería atendida por no pocos de los jóvenes (y no tan jóvenes) idealistas que actualmente nutren las filas de las organizaciones no gubernamentales de ayuda al Tercer Mundo. No se pediría a estos participantes (como tampoco a los propios saharauis, por lo demás) una adhesión explícita y radical a la noviolencia, pero sí el compromiso formal de respetar las consignas de noviolencia durante la acción.

Finalmente, insistamos en lo esencial que es el apoyo de los grandes medios mundiales de comunicación social, es decir prensa, radio y televisión. Por fortuna y a pesar de lo que muchos dicen, no todos estos medios están al servicio de los poderosos de este mundo. Existen periodistas libres, veraces y generosos. No pocos han arriesgado y perdido sus vidas por informar con verdad de las fechorías de los violentos. Y existen causas -la saharaui es una de ellas- que despiertan por sí solas la simpatía mundial, pero que pueden despertarla mucho más si anuncian una opción explícita y radical por la noviolencia. Esto, que es aplicable a todo el mundo occidental, lo es en especial a España como antigua potencia colonial. A todos los españoles nos toca una parte de la responsabilidad y la vergüenza de haber abandonado y traicionado a aquellos a quienes un día impusimos a la fuerza la ciudadanía española.

Realismo en el objetivo inmediato

No sería probablemente realista proclamar como fin explícito de la Marcha de Retorno el reconocimiento inmediato de la independencia saharaui, lo que verosímilmente crisparía a los marroquíes y les daría argumentos para presentar a los caminantes como “insurgentes”. Habría más bien que hablar del derecho a regresar al hogar y de la voluntad de dialogar sobre el terreno para encontrar una solución pacífica. No solo por prudencia táctica, sino por convicción democrática, convendría que el adversario marroquí pueda acariciar la hipótesis de que una consulta popular sincera fuese favorable a un régimen autonómico distinto de la independencia total, con la seguridad de que los dirigentes saharauis respetarían tal resultado.

Esto quiere decir también que una conclusión feliz de la Marcha no pondría punto final a la lucha noviolenta. Sería una batalla ganada, pero la lucha continuaría, con el consiguiente esfuerzo por encontrar fórmulas de acción noviolenta adaptadas a la nueva situación.

Reflexión final

No se me oculta que la decisión de embarcar a un pueblo en una aventura de este calibre requiere coraje. ¿Y si la empresa termina en un baño de sangre? ¿Se hará entonces responsables a los dirigentes de la sangre vertida?
Ningún apologista de la noviolencia puede garantizar que no habrá bajas en sus filas. La noviolencia no es un juego de niños. Es una renuncian unilateral a la violencia propia, y una apuesta por que esa actitud encontrará respeto, e incluso respuesta mimética, en el adversario. Pero la apuesta puede perderse.

Lo que sí puede asegurarse es que la opción noviolenta, en los casos históricos en que ha sido practicada con más o menos pureza, jamás ha producido derramamientos de sangre ni sufrimientos comparables en su magnitud con los de la opción violenta. La experiencia del propio pueblo saharaui puede ser aquí ilustrativa.

En efecto, si descartáis la opción noviolenta, ¿qué alternativa os queda? ¿Reanudar una guerra que no tiene ahora más probabilidades de ser menos sangrienta ni de tener más éxito que hace quince años?

¿O no hacer nada, y seguir confiando en lejanas simpatías internacionales de quienes han demostrado no estar dispuestos a ariesgar nada por vosotros? No podéis cerrar los ojos al hecho de que el tiempo corre contra vosotros.
No digáis, como tantas veces se ha dicho en la historia: “Hemos agotado los recursos pacíficos, no nos queda sino recurrir a la violencia” (Lo que siempre es falso, y revela una gran ignorancia de la variedad de recursos noviolentos). Decid más bien: “Hemos probado la violencia sin alcanzar el fin buscado. Es tiempo de probar la noviolencia.”

Gonzalo Arias
gzlarias@jet.es
13 de junio de 2005