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El intervencionismo militar español: ¡Menudo lavado de cara!

Miércoles.21 de agosto de 2019 2143 visitas Sin comentarios
Primera parte: Las cifras brutas. #TITRE

Juan Carlos Rois
Tortuga.

90 operaciones militares en el exterior desde 1989 hasta la fecha; 15.185,95 millones de euros gastados en las mismas desde la cuenta presupuestaria del Ministerio de Defensa o desde el Fondo de Contingencia con el que se viene encubriendo la mayor parte del gasto oculto destinado a esta partida (sin contar con las partidas “disfrazadas” que se contemplan en otros ministerios, como el de Asuntos Exteriores o incluso el de Sanidad y Seguridad Social que aporta al mismo gasto y barcos medicamentalizados y otros barcos y recursos); 41 escenarios bélicos con presencia militar española; barcos de guerra controlando varios mares (Adriático, Báltico, Atlántico, Mediterráneo e índico); todo ello bajo el patrocinio de diversos “actores” militares o internacionales, como la OTAN, con 23 intervenciones, la ONU y la UE con 22 cada una, Coaliciones internacionales “ad hoc” y la OSCE, con 5 actuaciones por cada una, la Unión Africana y la UEO, con una cada cual, así como actuaciones “motu proprio”, con 13 iniciativas. Actualmente presentes en 18 escenarios internacionales de “conflicto” (segundo contribuyente en estas lides para la ONU y primero de la UE).

Este es el resultado cuantitativo inicial del intervencionismo militar español y el principal “logro” de “nuestra” cada vez más militarizada política exterior, desde Felipe González hasta Sánchez, pasando por Aznar, Zapatero y Rajoy, todos amoldados con idéntica horma intervencionista.

En varias entregas voy a intentar torcer y retorcer el intervencionismo militar español hasta hacerle cantar sus miserias. No es tarea fácil, porque las principales fuentes oficiales se dedican con una mano a cantar loas sin parangón a la encomiable actuación española en conflictos internacionales, mientras con la otra ocultan lo que hay detrás del escenario y las preguntas incómodas.

Los datos fiables que existen son pocos, dispersos, difíciles de obtener, sesgados y laudatorios hasta la astringencia. También existen algunos (muy pocos) estudios críticos más o menos solventes, como el ya algo antiguo «Las operaciones militares de España en el exterior» realizado por Melero Alonso para el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) y editado en 2012; los cinco artículos de Utopía Contagiosa para la revista Es Hora (reproducidos en su blog de 2013) y que respondían al nombre «Intervenciones militares en el exterior»; un informe, también antiguo y un poco contemplativo, de Intermón-Oxfam «España y las Misiones Internacionales de Paz: análisis del aporte español a las misiones de paz en el año 2009», también algo antiguo; algún trabajo de postgrado aunque con un enfoque no precisamente antimilitarista pero con profusión de datos; varios informes del Tribunal de Cuentas y de la IGAE; las entradas de Utopía Contagiosa en su día y de otras páginas y blogs antimilitaristas. Contamos también con las comparecencias de los sucesivos ministros de defensa en la Comisión de Defensa y . . . para de contar.

Reseñemos también con el librito «La abominable cara oculta de los ejércitos humanitarios» del colectivo Gasteizkoak (2003) y más tarde con otro libro de mayor altura «Los ejércitos humanitarios y la violencia sexista militar» de 2008, que, sin entrar en el meollo de lo que aquí vamos a tratar, se han encargado de datar los efectos colaterales del humanitarismo militar hasta las fechas de estas publicaciones.
El verano ha sido largo, tedioso y achacoso, lo que me ha permitido acopiar material para intentar mostrar datos y análisis con los que exponer una de las principales actividades de nuestro militarismo: contribuir a la geopolítica de dominación-violencia diseñada desde el Norte rico frente al resto de los pueblos del planeta y respecto de los territorios y ecosistemas que queremos poner a disposición de nuestro reservorio de bienestar a costa del malestar creciente de todos los demás y del colapso global de todos sus sistemas de vida.

A pesar de la cara oculta de este intervencionismo abrumador, la sociedad, en general, desconoce o se desentiende de esta realidad de escándalo. A ello ayuda el militante aplauso de los medios de comunicación y de la casta política hacia esta dimensión vergonzosa de nuestra realidad.

No importa, no interesa, no sabemos de la cuestión y, por todo ello, podemos seguir a lo nuestro. Eso sí, indignándonos de vez en cuando del peor reflejo que ofrece la imagen que contribuimos a construir, como ahora con el escándalo del mediterráneo y la denuncia meritoria del Open Arms y los demás barcos independientes que operan en el mar para desvelar la mentira de la política militar de la UE respecto de los desgraciados que huyen de los conflictos que la UE, la OTAN y los demás actores involucrados provocan en el Norte de Africa, en el Africa subsahariana, en el índico o en la región del oriente medio, por poner un ejemplo.

Vayamos a la tarea, que desgranaremos, como acostumbramos, en varias entregas.

1) LAS CIFRAS BRUTAS

Empecemos por las cifras brutas, bastante brutas, por cierto.
España ha gastado al menos 15.181,95 millones de euros desde la primera intervención militar española en el exterior en enero de 1989, hasta la última en la que andamos enredados, aprobada en mayo de 2019 bajo el mandato de Sánchez (el del «Manual de Resistencia» en el cual afirma su vocación “humanitaria” y casi pacifista, desmentida por los hechos de su gobierno en la fecha en que escribo esto) y que está previsto que acabe con el final del mes de agosto de 2019.

Desde aquella primera intervención hasta la actual de “Policía aérea del Báltico”, hemos acudido a nada menos que 90 operaciones militares en el exterior, lo que, según las cifras que desgranan de vez en cuando nuestros flamantes ministros y ministras de defensa en la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados, ha supuesto nada menos que la movilización de más de 150.000 efectivos militares (hay que advertir que no todos a la vez, sino mediante reemplazos periódicos de contingentes, de una media de entre 2.500 y 3.000 efectivos anuales en escenarios militares).

Desde entonces 173 soldados españoles han muerto en estos escenarios, superando los mil efectivos heridos y sin contabilidad oficial sobre los “colaboradores” autóctonos de nuestros ejércitos muertos o heridos y, menos aún, de los muertos, o abatidos que se dice ahora, o heridos “contrarios”.

Las cifras en bruto muestran la gran dimensión de nuestra creciente presencia militar mundial. No todos los Estados pueden alardear de una política exterior que ha puesto soldados en 90 escenarios militares, que ha llevado a estos a 150.000 efectivos (y que por tanto goza de un ejército tan entrenado como pocos), que ha desplegado armas de todo tipo y de las diferentes “armas” o ramas militares (Armada, ejército de Tierra, ejército del Aire, espías, ciberseguridad, …) o que se ha gastado en tan singular despliegue la nada despreciable cifra de más de quince mil cien millones de euros, una cifra que supera el gasto público anual de sanidad de todos los países involucrados en nuestro intervencionismo a excepción de Turquía, Colombia e Indonesia, o el equivalente al de todo el gasto destinado anualmente a educación si a estos tres países añadimos Pakistán.

Distribución anual de este gasto militar

Comencemos por desgranar la contribución anual de este enorme gasto militar que, como veremos en el cuadro 1, ha ido, con algún altibajo, creciendo de forma constante desde los 24 millones de euros iniciales (1989) a los 1.176 que ha anunciado para este año la Ministra de Defensa Margarita Robles en su última comparecencia en la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados.

Cuadro 1

Como comprobamos en el cuadro, la línea de tendencia nos muestra un crecimiento constante y una propensión exponencial (en verde) que, de seguir con la misma pauta de crecimiento, nos situará (en rojo) en menos de cinco años en más de 1.500 millones de euros al año de gasto y creciendo.

Al respecto hay que añadir tres cuestiones más.

  • 1) Este gasto desplegado por las operaciones de paz no abarca todo el gasto militar del Estado español en este tipo de operaciones. Singularmente podemos señalar que tanto los buques medicamentalizados que pertenecen al Instituto Social de la Marina (Ministerio de Sanidad o como lo denominen en cada momento), barcos que operan en apoyo a operativos militares en Senegal y de apoyo a los efectivos involucrados en la guerra desencadenada en Mali, o en las operaciones promovidas en el índico, así como los barcos “de apoyo” que el Ministerio de Medio Ambiente, Pesca y Agricultura (o como se llame en cada momento), que acompañan al operativo igualmente del índico, conllevan un gasto militar que no se computa en la anterior cifra y que se paga desde fuera del presupuesto del Ministerio de Defensa, como también parte del despliegue guardacivilesco, que se paga desde Interior. Asimismo, el Ministerio de Asuntos Exteriores ha venido asumiendo igualmente parte del despliegue de estas operaciones, incluyendo desplazamientos y combustible, gasto que ahora incluso incluye en sus propias partidas presupuestarias, como destacamos en el trabajo específico que realizamos sobre el presupuesto nonato para 2019 pactado entre PSOE y Podemos.
  • 2) Además, tampoco es todo el dinero que afronta el Estado español en ellas, porque al mismo se debe sumar el de otros rubros cubiertos desde los organismos internacionales bajo cuyo patrocinio se despliegan estas, y que suele ser utilizado en parte para incentivar la participación entusiasta y bien lucrativa de los militares que participan del despliegue, en parte para proveer al operativo de otras infraestructuras.
    Conforme a declaraciones y estimaciones de los diversos ministros/as de Defensa, el gasto militar español destinado a operaciones en el exterior viene siendo, al menos desde 2012, cercano a los 900 millones de euros contantes y sonantes y sobradamente por encima de ésta cantidad desde 2017.
    De modo que tenemos un gasto de operaciones de mantenimiento de la paz incierto, pero, como mínimo, de 15.181,95 millones de euros, porque hay un empeño desmesurado en no hacerlo aflorar no sabemos muy bien por miedo a qué tipo de reacción social en una sociedad autocomplacida y desinteresada.
  • 3) Otra característica de este gasto es que, de forma constante y desde su inicio, la transparencia del mismo ha brillado por su ausencia.
    Para que no nos acusen de exagerados, tomemos el texto del Tribual de Cuentas, que en dos ocasiones ha intentado verificarlo y ejercer un mínimo control del mismo.
    En el informe número 943 de dicho organismo, relativo a la «Participación de las Fuerzas Armadas españolas en misiones internacionales, ejercicios 2009 y 2010», de 28 de junio de 2012, afirma

«

. . . la dotación inicial en ambos ejercicios ha sido cuantitativamente incongruente no sólo con los compromisos adquiridos por España ante los Organismos Internacionales, sino también con la evolución del concepto fiscalizado en los ejercicios económicos transcurridos desde su creación en 1990. Esta falta de rigor y realismo en la presupuestación se viene registrando desde la creación de esta rúbrica presupuestaria y ha sido puesta de manifiesto en los informes anteriores del Tribunal de Cuentas sobre esta materia. No puede admitirse que son gastos imprevistos ya que como se ha podido analizar, la práctica totalidad de las misiones llevadas a cabo en estos ejercicios tuvieron su origen en ejercicios anteriores por lo que su gasto pudo y debió preverse y planificarse.

»

Ya lo decía antes el mismo Tribunal de Cuentas en su informe número 564, de 25 de julio de 2002, referido a los ejercicios 1996 a 1999, donde se denunciaba que

«

Como puede apreciarse, la dotación inicial en ambos ejercicios ha sido cuantitativamente incongruente no sólo con los compromisos adquiridos por España ante los Organismos Internacionales, sino también con la evolución del concepto fiscalizado en los ejercicios económicos transcurridos desde su creación en 1990

»

y

«

Todos estos gastos se han contabilizado en el ámbito de la contabilidad económico-patrimonial, en la cuenta, del subgrupo 62 “Servicios exteriores” del Plan General de Contabilidad Pública, 629 “Gastos de comunicaciones y otros servicios”. Lo anterior supone, por un lado, una incorrecta imputación de gran parte de los gastos, fundamentalmente de los gastos de personal que debieron haberse contabilizado en las correspondientes cuentas del subgrupo personal” y, por otro lado, la consideración como gastos, que entran a formar parte del resultado económico-patrimonial, de adquisiciones de bienes de naturaleza inventariable y otras inversiones reales, que deberían haberse contabilizado en las correspondientes cuentas del grupo 22 “Inmovilizado material”. Sin embargo, la repercusión de estas deficiencias en la cuenta de resultados y en el balance de la Cuenta de la Administración General del Estado, aunque negativa, carece de importancia relativa en los ejercicios fiscalizados.

»

Esta es una de las características propias de estos gastos. Se presupuestan en los Presupuestos Generales del Estado muy por debajo de su coste previsto y comprometido con la doble finalidad de ocultar tanto el desmesurado intervencionismo militar español como el exagerado gasto militar del Estado. Matan así, a cañonazos de abierta ilegalidad, dos pájaros de un tiro.

Ello ha motivado en las dos ocasiones en las que el Tribunal de Cuentas se ha fijado en estas operaciones en el exterior, una crítica radical y la exigencia de cambios contables para incluirlo íntegramente, desde su origen, en los créditos presupuestados, sin caer en la torticera trampa de tener declaradas las partidas a las que afecta como créditos ampliables con el fin de, año tras año, acudir al mecanismo de la ampliación de créditos con cargo al Fondo de Contingencia o a créditos excepcionales extraordinarios, forzando así la ley. Como hemos denunciado en otras ocasiones, no es la única rúbrica en la que se acude a argucias contables para esconder gasto militar: tanto el Tribunal de Cuentas, como la Intervención General de la Administración de Estado (IGAE) y el propio Tribunal Constitucional no se cansan en denunciar el uso de los créditos extraordinarios para la adquisición y financiación “extrapresupuestaria” del otro gran programa de nuestro militarismo: los Programas Especiales de Armamento (PEAS) que nos tienen endeudados en más de 40000 millones de euros, tanto por el endeudamiento protagonizado por nuestro primer ciclo de rearme de tiempos de Aznar y Zapatero, como por los del segundo, promovido por el gobierno de Rajoy y Sánchez.

Cuando decimos que se presupuesta muy por debajo no queremos decir que un poco muy por debajo, sino indecentemente por debajo del subsuelo, como podemos ver en el cuadro siguiente, en el que hemos recogido datos de los presupuestos desglosados desde que tenemos desglose suficiente y accesible en Internet, es decir, desde 2005 (14 ejercicios nada menos de los 30 a que se refiere este trabajo). Lo podemos ver en el cuadro 2:

Con razón se quejan las instituciones fiscalizadoras. No es serio consignar alrededor de quince millones de euros de gasto por operaciones militares cuando se rebasan, sobradamente, en 33 veces dicho valor (en el año 2005, el de menor gasto ejecutado por este concepto) o las 65 veces en el año pico de distancia entre lo presupuestado y lo ejecutado (2015), con una media de 14,24 veces de más de lo presupuestado, gracias a la afloración en los ejercicios 2018 y 218 de 352,12 millones de euros de los más de 1.100 gastados en estos ejercicios.


Ver también:

El intervencionismo militar español. ¡Menudo lavado de cara! Segunda parte: Destapando la olla

El intervencionismo militar español: Menudo lavado de cara (III). B) Otras fuentes de financiación.

El intervencionismo militar español. ¡Menudo lavado de cara! Cuarta parte. Diplomacia preventiva y beneficios económicos.

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