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El espíritu individualista

Viernes.17 de mayo de 2019 583 visitas Sin comentarios
Heleno Saña. #TITRE

La sociedad de consumo surgida en el último medio siglo tiende a fomentar el espíritu individualista, pero convertido en un fenómeno generalizado, lo que ha creado realmente es un tipo de individualidad muy parecida una a la otra, de manera que lo que más abunda no son las personas diferenciadas entre sí, sino el animal-rebaño y el hombre-masa anticipados a partir de finales del siglo XIX por Gabriel de Tarde, Gustave Le Bon, Nietzsche, Freud u Ortega y Gasset. La época, pues, que presume de haber promovido como ninguna otra la individualidad humana, no ha conseguido al final otro resultado que el de haber fabricado individuos en serie.

(…)

De ahí que predominen los mismos modos de ser y de vivir, los mismos gustos y aficiones, las mismas ambiciones y metas axiológicas. De ahí también la uniformidad de fondo reinante en la sociedad tardocapitalista, por mucho que el discurso dictado por el poder establecido pretenda convencernos de que vivimos en la era del pluralismo y la diversidad. Esta similitud de los hábitos de vida explica a su vez que hasta ahora no se haya producido ningún intento serio de enfrentarse a la ideología dominante y de buscar modelos de autorrealización y plenitud más aptos para crear individuos capaces de pensar y obrar por su cuenta y no por lo que les inculcan las modas, los esnobismos y los eslógans difundidos por los aparatos de publicidad y de relaciones públicas de los grupos de presión.

Lo que en la terminología política se denomina conformismo es en realidad el reflejo de un fenómeno mucho más profundo y alarmante: la renuncia del individuo medio a forjarse una vida realmente personal. No puede sorprender por ello que uno de los rasgos centrales de nuestro tiempo sea el carácter cada vez más impersonal del individuo y de su relación con los demás. Esta es la razón de que no haya una comunicación interhumana digna de llamarse así. (…) Hay aplausos y gritos en los estadios deportivos y en otros espectáculos y concentraciones de masas, pero no diálogo con el prójimo, fuente de toda sociabilidad.


En contra de lo que ha proclamado el individualismo moderno y su fe ciega en la self-sufficiency (Emerson), el hombre es constitutivamente un ser débil y desamparado y, por ello, incapaz de satisfacer por sí solo sus necesidades y anhelos; de ahí que busque siempre, consciente o inconscientemente, la asistencia, la indulgencia o la amistad del otro. Hanna Arendt no decía otra cosa en sus papeles íntimos: “Ser persona significa, a la vez, necesitar a otra persona”. La civilización moderna ha deformado esta dimensión de la condición humana y persuadido a hombre de que es un ser lo suficientemente fuerte como para bastarse a sí mismo. De esta nueva concepción antropológica ha nacido el hiperindividualismo, la fe apodíctica en la autosuficiencia.

Extraído de: Heleno Saña. “El camino del bien. Respuesta a un mundo deshumanizado”. Fundación Salvador Seguí Ediciones (CGT), Madrid 2013.

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