El Despertar - Tortuga
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El Despertar

Domingo.21 de septiembre de 2008 544 visitas Sin comentarios
Amador Navarro #TITRE

No me había decidido todavía a contar nada acerca de mi nuevo trabajo porque tenía mis dudas de que lograra aguantar el tiempo imprescindible, pero ahora que parece que sí y que hasta podría llegar a convertirse en un hito en mi vida en cuanto a esfuerzo continuado se refiere, me he decidido al fin.

El trabajo no es nuevo del todo pues se trata de repartir prensa como ya venía haciendo los fines de semana durante el último año solo que ahora lo hago todos los días, (es decir sin descanso semanal y sin vacaciones), y comenzando un poco más temprano, (a las 5’30h de la madrugada). Si tuviéramos en cuenta tan solo estas dos características podríamos pensar que el trabajo es un poco heavy pero para compensar tiene sus cosas, como por ejemplo que termino poco antes de las once, (o sea, tan solo 5’30h de curro); que más o menos me pagan el esfuerzo, (mil cien euros del ala); o que esta ruta es mucho más agradable, (desde la Albufereta hasta El Campello), que las calles atestadas de coches del centro de la ciudad.

El entrar tan temprano y además todos los días supone, eso sí, que hasta que no consiga rehacer mi maltrecha economía, (que es para lo que he aceptado este trabajo), habré de olvidarme entre otras cosas de las agradables cenitas que frecuentaba con algunos de vosotras, de los placenteros retozones en la cama por las mañanas, de los festivales, de los conciertos, de los viajecitos, (con lo mucho que me gustan), y hasta de las películas de la 2, que son las únicas que valen. Y lo digo por si alguien se ha percatado de que desde hace un tiempo no acudo a algunos sitios a donde acostumbraba, o he dejado olvidadas ciertas actividades con las que se me solía identificar. No me lo tengais en cuenta. Ni tampoco sintais pena por mí, (ni se os ocurra), que he sido feriante mucho tiempo y este curro es de risa comparado con lidiar con los mozos del Maestrazgo o de la Alcarria mientras que suenan los últimos compases de la orquesta al otro lado del pilón.

El caso es que por tener un recuerdo de este tiempo del que echar mano el día en que mis neuronas acaben por aparcarme en la cuneta me he propuesto escribir, bajo el epígrafe de “Ruta 66” en honor de aquellos moteros californianos a los que siempre envidié; anécdotas, sensaciones o reflexiones de este nuevo viaje que os iré enviando y que servirán a buen seguro de nexo entre nosotros hasta que recobremos la normalidad.

Al menos eso espero.

Unos besazos a todos.

Y ahí va el primero:

EL DESPERTAR

Suena el despertador a las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada y os aseguro que no sería peor de que lo hiciera cuatro horas más tarde si esto no supusiera el tener que acostarme alrededor de las diez, (solo lo hacen en conventos y cuarteles). Una duchita rápida y al coche para atravesar Alicante desde mi casa de la Albufereta hasta el Plá de la Vallonga donde se encuentra el almacén. Era éste trayecto el peor momento del día hasta que ingenié un entretenimiento para soportarlo mejor. Consiste sencillamente en recordar mientras conduzco a aquellos otros madrugadores que algún día conociera tiempo atrás. Y así, gracias al juego han circulado conmigo por nuestro Postiguet y nuestra Explanada gente tan distante y dispar como una pareja de pescadores artesanos que conocí en la isla de La Piedra, en el Pacífico mexicano, y que echaban las redes aún de noche a escasos metros de la playa para distribuir al clarear todo el pescado entre los vecinos de la isla; como el panadero de Beteta, que cargaba en su Renault 4 a la misma hora sus cincuenta barras de pan casero y se adentraba a repartirlas entre los habitantes de diez municipios distintos de la serranía de Cuenca; o como aquella legión de abnegadas mujeres fascinantes que embutidas en sus sharis inmaculados veía barrer en mi viaje a La India igualmente de noche y con grandes escobones, las calles de Mysore. Estos y otros muchos personajes me animan ahora en el trance ayudándome a escapar de esta falsa realidad en la que nos desenvolvemos e invitándome a participar de ese club generoso tan extenso en el mundo y desde aquí tan olvidado.


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