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¿De qué hablamos exactamente?

Domingo.3 de noviembre de 2024 96 visitas Sin comentarios
Capítulo 4º del libro «De la pseudociencia a la conspiración: Un viaje por la espiritualidad New Age» #TITRE

«De la pseudociencia a la conspiración. Un viaje por la espiritualidad New Age»
Pablo San José Alonso.

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No resulta fácil definir, nombrar ni delimitar este amplio espectro de creencias, prácticas y sistemas de aproximación a la realidad cuyo denominador común es el desafío a los paradigmas de conocimiento consolidados. La etiqueta «espiritualidad New Age», a pesar de las razones de tipo histórico esbozadas arriba, no deja de ser una apuesta. De hecho, aunque esta amalgama de herencias místicas y filosóficas neorrománticas y orientalizantes aleada en el crisol de la posmodernidad con los movimientos contraculturales del siglo XX que, más o menos, constituye el New Age, sea el tronco, el andamio principal de la estructura de pensamiento que estudiamos, lo cierto es que sus desarrollos concretos —numerosos y sumamente heterogéneos— no siempre se ajustan, o no lo hacen del todo, a las definiciones que venimos manejando. Es precisamente una característica de esta espiritualidad o sistema de pensamiento su ausencia total de estructura, centralidad o simplemente coordinación. Así como de programa, constitución, doctrina o cualquier tipo de principio o consenso ideológico convenido o instituido de alguna forma. Y ello es lo que, a pesar de algunas opiniones que defienden el término, nos impide hablar de «movimiento». La Wikipedia, en su entrada (1) sobre la Nueva Era o New Age asegura que ésta «promueve una mezcla inconsistente y heterogénea de distintos cultos, corrientes filosóficas, doctrinas, ideologías, terapias, etc.» Lo que conlleva que «en la práctica muchas personas se sumergen o están inmersas en el movimiento Nueva Era sin siquiera percatarse de ello, debido a la naturaleza del mismo: sincretismo, informalidad y descentralización».

La entrada de la Wikipedia citada ofrece un amplio listado de prácticas que se encuadrarían en el New Age y podrían ayudar a definirlo: «el orientalismo, el esoterismo, la medicina alternativa, el ocultismo, el relativismo, el sincretismo religioso (…) la hechicería y las supersticiones (…) la adivinación, la astrología, la telepatía (…) el higienismo (…) el chamanismo (…) la antroposofía (…) el reiki, yoga, cábala, veganismo, meditación trascendental, acupuntura (…) homeopatía...» La enumeración, desde luego, puede ser mucho más extensa y cabe entender que ha de incluir también a determinados tipos de pensamiento que, sin constituir una práctica concreta como las anteriores, comparten con ellas la misma epistemología reactiva.

A continuación trataremos de esbozar una enumeración que, aunque no logre una exhaustividad imposible de alcanzar dado el dinamismo del fenómeno que analizamos, al menos muestre una fotografía lo más completa posible de lo que éste es en el momento actual. Para facilitar la comprensión del esquema trataré de agrupar, en la medida de lo posible, las prácticas y los sistemas de pensamiento del New Age en varias areas temáticas.

En primer lugar cabe hablar de la pseudociencia de tipo sanitario. En este apartado contamos terapias de sanación tan añejas como la homeopatía (que aglutina las ideologías en torno a las capacidades energéticas y espirituales del agua, su «memoria» y, más allá, las teorías astrológicas en torno a la «Era de Acuario»), la acupuntura y, en general, la llamada medicina tradicional china. Terapias de implantación algo más reciente como el reiki (sucesor de las sanaciones por imposición de manos a cargo de curanderos o ministros espirituales), la quiropráctica, las flores de Bach y similares. Alternativas farmacéuticas basadas en relecturas y «nuevos descubrimientos» del uso tradicional de plantas medicinales, o en el empleo de minerales para crear nuevos compuestos con métodos «caseros» (dióxido de cloro…) Prácticas con la salud integral como meta: el ayuno discontinuo, la alimentación macrobiótica, la dieta alcalina… Tratamientos de tipo psicológico como las constelaciones familiares, la terapia Gestalt (sobre la que hay controversia a la hora de etiquetarla o no como pseudociencia), programación neurolingüística, dianética y eneagrama de la personalidad. También cabe hablar de los enfoques y terapias pseudocientíficos con un objetivo explícitamente holístico (aunque todas las alternativas descritas contemplan, de unas u otras maneras, la sanación holística): la Nueva Medicina Germánica y sus desarrollos: la biodescodificación y la bioneuroemoción. Por último, como complemento de todas estas prácticas, hay que añadir a la enumeración de lo pseudocientífico en relación a la medicina, el tipo de pensamiento que cree descubrir conspiraciones en los estamentos políticos, médicos y en la industria farmacéutica con fines variados: mantener enferma (o envenenada) a la población, ejercer por estos medios algún tipo de control demográfico o social o, simplemente, vender a toda costa ingentes cantidades de medicamentos perfectamente prescindibles. Las teorías de la conspiración al respecto que mayor proyección han tenido en tiempos recientes son el movimiento antivacunas y el negacionismo del covid-19. Éste último adopta diferentes enfoques.

La pseudociencia no solo se circunscribe a aspectos médicos y también afecta a otras disciplinas, a casi cualquier ciencia, de hecho. Por ejemplo: en el campo de la biología se dan teorías neo-lamarckianas que ponen en entredicho la selección natural como factor evolutivo. O planteamientos, de base religiosa éstos, que tratan de cuadrar científicamente la evolución con las narraciones bíblicas al respecto (creacionismo, diseño inteligente…). En el terreno de la filología, postulados que sostienen evoluciones lingüísticas propias, sin relación con el latín, de las lenguas romances, o conexiones entre idiomas muy distantes en el planeta basadas en coincidencias fonéticas. La ciencia histórica asiste a todo tipo de revisiones pseudocientíficas que tratan de encajar variados acontecimientos del pasado con ideologías del presente de corte ultraderechista, nacionalista, tradicionalista, etc. La física padece, también, un sinnúmero de desafíos. Se dan, por ejemplo, interpretaciones de la física cuántica de orientación astrológica que niegan las propias leyes de la termodinámica. Llevado al terreno de la ingeniería, son múltiples las propuestas (habitualmente acompañadas de teorías de la conspiración que tratan de explicar porqué dichos diseños no llegan a ejecutarse) sobre artefactos de movimiento continuo o alimentados por combustibles como el agua o el aire, es decir, que consumen menos energía (o recuperan la misma) de la que producen. En dicho ámbito, por su evidente vertiente práctica, abundan las interpretaciones alternativas (por ejemplo, supuestos efectos nocivos para la salud de las ondas no ionizantes: radiofrecuencias; wifi, 5G…) y las teorías de la conspiración: secuestro de los descubrimientos de Nikola Tesla, estelas de condensación de los aviones como vertidos intencionados de gases (chemtrails), planes secretos para alterar o transformar el clima de la Tierra (geoingeniería), etc.

En tercer lugar podemos nombrar un conjunto de prácticas y pensamientos New Age a los que, por etiquetar de alguna forma y sin intención peyorativa ninguna, llamaremos «cultura neohippy». En general se trata de cuestiones muy relacionadas con la ecología, lo integral, lo «bio»… y el rechazo de todo aquello que pueda ser considerado artificial, industrial, químico..., o de cualquier intervención humana en los procesos de la naturaleza. Por ejemplo, el naturismo, el vegetarianismo, el yoga y la meditación, bioconstrucción, feng shui, agricultura ecológica o biodinámica (que es un ámbito diverso con propuestas muy variadas como, por ejemplo, la permacultura o determinados enfoques del movimiento antitransgénicos centrados en la peligrosidad para la salud de dichos vegetales por el hecho de ser genéticamente modificados). Recuperación de «saberes» ancestrales, asimismo, relacionados con la agricultura como las cabañuelas o témporas, la influencia de la luna, los zahoríes… Reciclaje de rituales chamánicos e importación de tradiciones indígenas remotas en torno al uso de sustancias estupefacientes. Sistemas de educación y crianza basados en los «apegos», parto al margen de los sistemas sanitarios, lactancia y colechos muy dilatados en el tiempo, pedagogías anormativas… Filosofías de corte místico y orientalizante como la teosofía y la antroposofía. Creencias esotéricas en torno al mito de la Era de Acuario: niños índigo, visión extraocular, telepatía, teorías sobre la intervención extraterrestre como causa de evolución…

Hay también un apartado en el que podemos aglutinar las creencias que podríamos definir como esotéricas y ocultistas, muchas de las cuales entroncan con las tradiciones decimonónicas que presentábamos más arriba, y que suelen gozar de cierto éxito entre las clases menos instruidas de Occidente. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la astrología: los signos del zodiaco, las cartas astrales, el horóscopo… Creencias, asimismo de tipo astrológico, vinculadas a antiguas civilizaciones como la incaica, maya, egipcia, china, hindú… Gemología, numerología, contacto con ángeles y espíritus, «seres» del bosque y las aguas… Técnicas de adivinación como la quiromancia, el tarot... Prácticas ultrasensoriales y parapsicológicas como los viajes astrales, la telepatía, telequinesia… La enumeración de toda la oferta de creencias y prácticas concretas de este tipo sería bastante larga (1).

En otro orden de cosas cabe también hacer un listado de los sistemas de aproximación y análisis de la realidad de tipo conspirativo que emanan del New Age. Para una mejor comprensión de esta clasificación taxonómica que intento me referiré a dos grandes grupos de teorías de este tenor: el conspiracionismo de carácter «antisistema» y el de sesgo tradicionalista o «reaccionario», no siempre pensados ambos por personas distintas. El primero de ellos presenta una serie de tesis que orbitan en torno a cómo determinados sistemas de dominación mantienen un control mundial colegiado en la sombra para que ciertas clases de prohombres del capitalismo (familias como Rothschild, Rockefeller, hoy Elon Musk...) perpetúen su poder, el control de la economía, de los Estados, de las masas poblacionales… o lo acrecienten. Quienes mantienen este tipo de pensamiento, en su mayoría personas procedentes o cercanas a sensibilidades ácratas y libertarias, suelen hablar de un proyecto denominado Nuevo Orden Mundial, de la organización masónica de los Illuminati o de la Nobleza Negra Veneciana. Se suele citar el Club de Bilderberg, el Foro de Davos y otros espacios no abiertos al público o de carácter semirrestringido donde coinciden importantes personajes de la política y los negocios como ámbitos relacionados con los anteriores proyectos de dominación. No es infrecuente, y hemos de volver a cuestiones que hemos enumerado antes, ya que las diferentes creencias New Age tienden a solaparse unas con otras, que quienes hacen esta lectura de la realidad asuman también teorías conspiratorias como la de los chemtrails y el control del clima, la de la falsedad de la existencia del virus del SIDA, la consideración del 11-S como un atentado de falsa bandera, etc. En relación a la pandemia del coronavirus estas mismas personas, casi sin excepción, mantuvieron un perfil netamente negacionista atribuyendo todo lo que estaba ocurriendo a una conjura de los agentes citados arriba u otros parecidos, con el objetivo de implementar masivamente un «reseteo», una premeditada agenda para el control social de carácter dictatorial. Algunas versiones llegaron también a plantear la teoría del genocidio de personas ancianas como estrategia del poder para desprenderse de población dependiente prescindible en Occidente.

El segundo gran grupo de teorías conspirativas que deseo distinguir a pesar de los numerosos nexos, sutiles similitudes y elementos interpretativos que comparten estas dos visiones aparentemente divergentes, se define por una identidad previa que es fácilmente identificable con ideologías conservadoras, tradicionalistas e, incluso, ultraderechistas. Más tarde analizaremos la causalidad y composición de estos puntos de vista en relación a la sensibilidad New Age que estudiamos. Dado que el sesgo común que comparten quienes sostienen este tipo de creencias es su visión negativa e incluso su hostilidad hacia el progresismo y la izquierda en general, los movimientos sociales de dicha identidad estarán en el centro de la diana de sus teorías conspirativas. Así, la propuesta principal y que sirve de marco a las demás vuelve a ser la de una conjura que, en este caso, estaría controlando y manipulando a dichas fuerzas izquierdistas en beneficio de un similar proyecto secreto de dictadura mundial. Cambian los sujetos de la conspiración, que pasarían a ser grandes magnates de supuesta filiación progresista como Bill Gates, Mark Zuckerberg o George Soros, políticos no menos supuestamente liberales como Obama, Biden o Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el caso español (o, para los creyentes más seducidos por el conspiracionismo, además de los anteriores, diferentes masonerías, organizaciones judías, el Vaticano, los jesuitas…) Estos entes, como digo, manipularían en pro de sus fines a los movimientos sociales de izquierda (3), cada uno de los cuales no existiría, o no gozaría del favor de los medios de comunicación, sin dicho factor causal. Así, el feminismo sería una estrategia de laboratorio para enfrentar hombres y mujeres, dividiendo a la sociedad; o los diferentes nacionalismos, movimientos para oponer entre sí pueblos o para mantener distraída la población mientras se ejecuta el proyecto dictatorial. Habría estrategias actuando en la sombra para socavar cualquier posibilidad de actuación y pensamiento libre en los individuos o para destruir todo vestigio de organización tradicional: la homosexualidad y el LGTBI, como herramienta contra la heterosexualidad (y por tanto la natalidad) y la familia tradicional, persiguiendo el objetivo de disgregar y atomizar la sociedad. El multiculturalismo, la lucha por los derechos de las minorías raciales o la inmigración, como formas de socavar los cimientos culturales de la civilización occidental, alterar la homogeneidad étnica, y destruir la pequeña economía independiente; así, los atentados islamistas en Europa lo serían por lo común de falsa bandera para promover el pánico entre la población o, como el 11-S, estarían orquestados desde la connivencia de las élites locales con los militantes yihadistas con el objetivo de favorecer la penetración islámica en Occidente (véase la conocida como teoría del gran reemplazo). Es en este tipo de epistemología conspirativa reaccionaria donde mejor encajan los diversos negacionismos: del holocausto nazi (o palestino), del cambio climático, del machismo-patriarcado, del SIDA y, por supuesto, del covid-19, en este caso remitiendo la creación y puesta en marcha de lo que sería una «plandemia» a los agentes citados, a quienes habría que añadir la OMS y las autoridades de China. Finalmente, otra teoría conspirativa reciente que podemos vincular con este universo es la que sostiene que hubo fraude electoral en EEUU para hurtar su triunfo a Donald Trump frente a Joe Biden, teoría de la conspiración que se extiende hacia escenarios similares y que no dejan de emplear interesadamente aquí y allá partidos de filiación conservadora que no han conseguido gobernar una nación tras un proceso electoral.

En último lugar podemos enumerar un conjunto de teorías referidas a temas mucho más concretos e incluso pintorescos que, por el alarde de imaginación, extravagancia y creatividad que suponen podríamos vincular con lo que se conoce como mundo «friki». En este apartado entraría, por ejemplo, el terraplanismo, la teoría de la conspiración reptiliana y todo tipo de especulaciones en relación a ovnis, extraterrestres, etc. También las teorías de que son falsas las misiones espaciales o la llegada del hombre a la luna, y otras que señalan conspiraciones de poderosas personalidades para la pederastia a gran escala (Qanon), para el asesinato sádico (Alcàsser), etc. Este tipo de teorías, a cual más ocurrente, hoy, merced al estímulo para las actitudes narcisistas que supone internet, proliferan como nunca.

Una vez hemos procedido a enumerar mediante una propuesta clasificada el conjunto de prácticas y creencias que forman parte de lo que hemos querido llamar espiritualidad New Age, surgen algunas cuestiones. La enorme cantidad de epígrafes y su heterogeneidad (4) hace poco menos que imposible hallar a la persona que los suscriba en toda su extensión. En cambio, sí encontraremos a mucha gente que asuma cierta parte, incluso mayoritaria en algunos casos, de todo este conjunto. Esta indefinición de creencias y las diferencias evidentes entre lo que unos creen y otros no, llevará a muchas personas a pensar que no existe ningún marco común, que no hay una espiritualidad New Age. Ya se dijo arriba, sin embargo, que dicha indefinición es característica principal de este sistema de pensamiento. El New Age no es como una religión, en la cual la persona creyente ha de aceptar un pack de doctrinas de carácter dogmático, dejando de ser considerado miembro de dicha confesión en caso de disentir en alguno de esos aspectos fundamentales. Por el contrario, el New Age es una espiritualidad, o epistemología, de la posmodernidad y, en tanto tal, como se dijo, está definida por la subjetividad y el relativismo. El individuo que cree en algunas de las cuestiones que hemos enumerado no pertenece a ningún tipo de institución o grupo organizado, pero sí comparte con el resto de personas que, si bien no idénticas, poseen similares creencias, una misma forma de pensar, de procesar la realidad, de aproximarse a ella; una cosmovisión. Así, se encuentra siempre abierta y predispuesta a ampliar su base de conocimiento en relación a estas disciplinas; a conceder por sistema veracidad a este tipo de prácticas y de teorías, y a desconfiar de todo tipo de discurso que se les opone o las cuestiona de alguna manera. Es un comportamiento que pudimos observar con mucha nitidez en relación a la pandemia del coronavirus.

En otro orden de cosas, muchas de las prácticas y creencias que hemos enumerado no son exclusivas del New Age. Algunas, de hecho, son difíciles de relacionar con él. Por ejemplo, el creacionismo es una forma de comprender la biología que emana de lecturas bíblicas de clara identidad religiosa. Sin embargo parece pertinente su incorporación al listado por su evidente similitud con las formas de comprender —y enfrentar— la ciencia más específicas del New Age. Y, de hecho, no resulta nada infrecuente que muchos cristianos creacionistas, una vez han puesto en solfa los postulados principales de la biología evolutiva, tiendan a extender su duda y desafío hacia otros temas y acaben asumiendo teorías conspirativas como la de los Illuminati o los chemtrails, o, como se evidencia cuando se indaga en la base social del trumpismo, cualquiera de las que ubican a los movimientos sociales de izquierda bajo la instrumentación de poderosas élites secretas. Por otra parte, también habíamos dicho que era característica de esta espiritualidad la relectura y el sincretismo de otras tradiciones. Por tal razón, no siempre cabe vincular con el New Age, solo por ello, a toda aquella persona que, por ejemplo, practica yoga o meditación zen, es vegana, naturista, cultiva con métodos ecológicos, siente interés por la cultura oriental..., o desconfía del discurso de determinadas «autoridades». Como puede deducirse de las últimas líneas, la frontera exterior entre lo que constituye New Age y lo que no, tiene un contorno difuso y permeable.

Por último hay que añadir que no todo lo que aparece en el listado que podría ser etiquetado como pseudocientífico o conspirativo es necesariamente falso o criticable. Al menos en toda su extensión. Es raro que una teoría cualquiera que podamos considerar eminentemente falsa o alejada de la realidad no incorpore, siquiera en un grado muy pequeño, alguna cuota de verdad. Aunque no se llegue a suscribir, por poner un ejemplo, la teoría de una gran conspiración de la industria farmacéutica mundial para mantener deliberadamente enferma a la población, no deja de ser objetivamente plausible el pensamiento de que este tipo de empresas tengan como prioridad sus respectivas cuentas de beneficios y no tanto la salud de sus clientes, de lo que pueden derivarse comportamientos concretos de mala práxis o éticamente reprobables. Aunque no haya base científica que evidencie que el ph del cuerpo humano pueda ser alterado significativamente mediante la alimentación, como sostienen los seguidores de la llamada «dieta alcalina», cabe entender que una dieta con pocos alimentos ácidos puede ser beneficiosa en ciertos aspectos. Podríamos poner muchísimos ejemplos de este tenor. Y cabe también decir que más de una o de dos teorías en su tiempo consideradas «conspiranoicas» acabaron demostrándose ciertas. Lo cual, obviamente, ha de ser tomado como una excepción que no crea norma, pero no deja de constituir una llamada a la prudencia a la hora de descartar sin más toda teoría que carece de elementos probatorios.

1- https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_era marzo de 2021.

2- Véase la larga y satírica enumeración de «ciencias» ocultistas que propone Umberto Eco en su El Péndulo de Foucault: https://www.grupotortuga.com/A-que-...

3- «Comerás insectos, te ducharás con agua fría, pondrás la lavadora a las 3 de la mañana, la calefacción a 17°, irás a remar en bici, no tendrás familia y sí mascota, sin propiedad en un zulo-habitación, fluirás de género, te conectarás a mi bigTech y no tendrás nada y serás feliz», se lee en Twitter (https://twitter.com/Agenda2030) en la cuenta fake crítica con la Agenda 2030, un acuerdo de objetivos de «desarrollo sostenible» de carácter internacional auspiciado por la ONU.

4- Una lista bastante exhaustiva de las pseudociencias y teorías de la conspiración puede encontrarse en este espacio web: https://pseudociencia.miraheze.org/...

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