Cuando denuncias una agresión homófoba y terminas detenido: "No volvería a llamar al 091" - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

Cuando denuncias una agresión homófoba y terminas detenido: "No volvería a llamar al 091"

Domingo.13 de abril de 2025 49 visitas - 1 comentario(s)
Llamó a la policía para intentar denunciar una paliza, pero "nunca recogieron su declaración". Por el contrario, la víctima terminó acusada de haber violentado a un agente. #TITRE

María Martínez Collado/Sato Díaz

La noche del 7 al 8 de abril de 2024, Javier* vivió una experiencia que aún le cuesta procesar y contar sin que se le salten algunas lágrimas. Lo que debía haber sido una noche divertida por el centro de Madrid acabó en un calabozo de la comisaría de Leganitos, sin saber por qué, tras llamar él mismo a la Policía por una "agresión homófoba" que sufrió a manos de dos porteros de una discoteca. Un año después, Javier ha decidido relatar su caso públicamente, en un testimonio compartido con Público, para denunciar lo que considera un trato discriminatorio por parte de los agentes: "Nunca antes había sentido esa sensación de miedo. Ahora intento evitar salir de fiesta y no volvería a llamar al 091 para denunciar", recuerda con agobio.

La noche en que ocurrió todo, Javier estaba con su compañero de piso, Jose*; con una compañera de trabajo de este segundo que se llama Alicia* y su prima Laura*. Habían cenado juntos y, cuando estaban pensando en irse a casa, una persona que estaba trabajando de relaciones públicas les paró cerca de la Puerta del Sol y les informó de una oferta para entrar en el local Espit Chupitos. Les pareció un buen plan. Eran apenas las 00.00 horas. Una vez allí, los cuatro empezaron a bailar. "Todo fue bien mientras bailamos chica-chico y chica-chico, el problema vino cuando empezamos a perrear nosotros dos juntos, Javier y yo", confiesa Jose, en declaraciones para este medio. "De repente, noté que Javier me dio en el brazo, como para darme un aviso. Me di la vuelta y vi cómo se lo estaba llevando un puerta a hostias. Yo he trabajado en la noche y nunca me había pasado algo así", continúa. Javier, por su parte, recuerda asustado que sentía que "iba a desaparecer": "No sabía qué iban a hacer conmigo".

"Se referían a él como ’el maricón’"

Al salir Jose del pub, cuenta que intentaba apartar al "puerta" de su amigo cuando "el otro hombre de seguridad" le "agarró del cuello", le "pegó un par de puñetazos" y le "empujó". "Yo estaba preguntando todo el rato el motivo por el cual nos habían sacado y por qué en esos términos. No lo entendíamos y nadie nos explicaba nada. En un momento dado, nos dijeron que yo había tenido un altercado con un cliente y ahí fue cuando explotó todo, porque, claro, no habíamos interactuado con nadie del bar", expresa Javier. "Mientras el puerta le estaba agrediendo le decía maricón de mierda y todo el rato ambos se referían a él como el maricón: Ya hemos sacado al maricón, decían", según lo que cuenta Jose. Justo después llamaron a la Policía. Llegó un coche patrulla municipal y los agentes "hablaron primero con los del club". Después, les explicaron que el pub "tenía derecho de admisión" y que "estaban en toda su libertad de echarnos".

Javier recuerda que se dirigió a los policías para intentar interponer una denuncia por la agresión que había sufrido, pero los agentes "no quisieron recogerla", tampoco el club le dio "la hoja de reclamaciones que había pedido": "Yo estaba hablando con un agente, le pedí el número de placa varias veces, le pedí explicaciones por todo lo que estaba pasando y él solo me daba manotazos para que dejara de gesticular, de hablar con pluma". Entonces "llegó otro coche de Policía Nacional".

"Si me dices que Javier hubiera estado molestando, creando un mal ambiente o lo que sea, pues bueno, te lo compro. Entendería que le sacaran, pero nunca de esa forma. Resulta que la única explicación que hay es porque se pusieron a bailar Jose y él. No tenía sentido. No había pasado nada", expresa Alicia a Público con enfado: "Mi prima y yo estábamos asustadas". Laura intentó "hablar con un policía para explicarles lo que había pasado", pero "casi no" la "escuchaban": "No les importaba lo que estábamos diciendo, que habían pegado a Javier y a Jose. Insistían en que el local tenía derecho de admisión, que no querían que entrara y ya está". De un momento a otro, según Laura, "todo fue un caos". El ambiente se empezó a tensionar, todos se empezaron a "poner nerviosos" y la Policía les dijo que les iban a hacer un registro. Los cuatro consideran que "fue una represalia por insistir tanto".

"Flipas con que nos haya pasado esto cuando llamábamos porque nos habían agredido a nosotras. Intentamos llamar a la Policía para que nos ayudase por el problema, para que intentasen mediar, porque para eso están en casos así, y todo salió mal. Estoy incluso arrepentida de haber salido ese día, porque no habíamos hecho nada. Ni siquiera habíamos bebido como para que digan: vale, estaban borrachos", añade Laura. Javier cuenta que para cachearle le hicieron "desnudarse en la calle", quedarse "en calzoncillos". A Jose le hicieron quitarse "las botas". Y a Alicia y Laura les registró una agente "levantando" sus faldas, también "en medio de la calle". No encontraron nada, ninguna sustancia, que es "lo que buscaban". Los cuatro, además, coinciden al expresar que si les cachearon "de esa forma" y les desoyeron fue porque "tanto Laura como Alicia son mujeres negras, y Javier y Jose, homosexuales".

"Entonces los policías se fueron corriendo a la calle paralela por otro altercado y yo fui detrás de ellos, caminando, hasta llegar junto a los agentes. Empecé a repetir en bucle que no había sido bien informado de lo que había pasado, a pedirle el número de placa al policía que me había estado dando manotazos, porque ahí nadie me había solucionado nada", cuenta Javier. "Todo el rato se posicionaban a favor del club", insiste: "Igual repetí lo mismo 17 veces. Después, me dio con la porra, me tiraron al suelo y me detuvieron".

"Luego también entendí que quizá estuviera con la porra fuera porque estaba en otra movida", reconoce Javier, "no tenía por qué estar con la porra fuera por mí, pero bueno, era muy intimidante. Luego, me golpeó". Ya en el coche, detenido, Javier recuerda el camino a comisaría como un verdadero laberinto: "No sé cuántas vueltas dieron". Ya en Leganitos, fue atendido por un médico: "Le dije que me habían apalizado unos puertas de un club y que luego uno de los policías me había dado con la porra cuando me iba a detener. Entonces me dijo que si quería algo de medicación, un calmante, básicamente. Ni se levantó de la silla a explorarme", asegura Javier.

Justo al terminar, le volvieron a registrar, con sus correspondientes sentadillas, y le metieron en el calabozo. Estuvo dos días de celda en celda hasta que le llevaron a Plaza Castilla y le soltaron. Sin comunicarse con nadie. Sus amigos, mientras tanto, se iban enterando de su situación a cuentagotas: "Tuvimos que esperar tres horas y media fuera de la comisaría para saber algo de él. Un policía nos echó de allí cuando Alicia les insistió en que había tenido lugar una situación de discriminación, que era Javier el agredido y no le habían querido coger la denuncia", detalla Jose. "Fue una situación muy hostil. A veces pedía ir al baño y no me dejaban. Éramos muchos compartiendo un espacio pequeño, gente que me intimidaba", expresa Javier. "A partir de ahí, todas las veces que he salido de fiesta he evitado entrar en los clubes. Me he quedado mal, no estoy nada tranquilo y procuro no interactuar con la Policía", lamenta.
Relacionado con este tema

"Todo" está grabado

"Lo bueno es que mi cliente tiene todo grabado", dice con alivio Saúl Castro, abogado de Javier, especializado en derechos humanos, litigio estratégico y derechos LGTBIQ+. En dichas grabaciones, a las que ha tenido acceso Público, se puede escuchar cómo pide el número de placa a distintos agentes varias veces. Toda respuesta que se escucha es que "claramente" está "ebrio". A lo que Javier pregunta si le han hecho una prueba de alcoholemia que corrobore eso y un agente le responde que "no le hace falta hacer ninguna prueba". En esas conversaciones, la Policía reconoce haberles registrado en medio de la vía pública y hace mención al "derecho de admisión" del local. Si una persona tiene "un altercado, tienen derecho a sacarla", dicen los agentes. Javier le insiste en que le expliquen de qué altercado hablan: "Si iban a resolverlo tendrían que saber qué altercado ha tenido lugar". El policía contesta que no ha ido a "resolverlo, solo a dar apoyo". Aparte, existe un informe elaborado por el médico de familia de Javier, fechado a 12 de abril y que ha podido leer este medio, donde se le diagnostican "policontusiones y una contusión en la rodilla derecha" y se le recetan diferentes antiinflamatorios.

Un agente le acusa de propinarle "un puñetazo en la cabeza"

"Cuando detuvieron a mi cliente, el agente no tenía ninguna lesión, tal y como se puede ver en las imágenes grabadas. Luego, ya en la comisaría, dicen que mi cliente no tiene lesiones; pero a la salida, incluso cuatro días después, en un peritaje se puede ver que sí. El policía, sin embargo, aporta un parte diciendo que él tiene una contusión en la parte derecha de la cara, como si le hubiera agredido mi cliente", explica Castro. En concreto, el informe policial recoge que Javier reaccionó "propinando un puñetazo en la cabeza al agente, para seguidamente darse a la fuga, siendo alcanzado a pocos metros (...) procediendo a su detención usando la fuerza necesaria".

Castro detalla que, inicialmente, a Javier le asignaron una abogada de oficio y que, en paralelo, contactó con él: "Me dice que quiere denunciar lo que pasó con los porteros y acudimos a la unidad de atención a la diversidad". A partir de ese momento, "se separan dos procedimientos: por un lado, el fiscal acusa a mi cliente de atentado contra la autoridad y lesiones, y le abren juicio oral", relata Castro. De cara a ese juicio, la defensa ha presentado "todos los vídeos, los testigos y el informe médico". "En el atestado veo que el policía no hace referencia al desnudo parcial, ni a que se había agredido a mi cliente, ni que es él quien les llama. La Policía dice que estaba ebrio, que se resiste...", recuerda el letrado. Paralelamente, el procedimiento contra los porteros fue archivado en un inicio y "ni se valoró investigar a los policías", pero el abogado lo recurrió y actualmente se encuentra en instrucción: "Aquí se va a investigar toda la discriminación que hubo en el local y también en la detención a posteriori", explica Castro.

Javier decidió relatar su vivencia a raíz de las publicaciones que sacó Público en febrero de este mismo año con testimonios de personas LGTBIQ+ que expresaban diferentes episodios de detenciones, cacheos humillantes, infiltraciones en espacios que creían seguros o la criminalización de prácticas que forman parte de la vida y cultura del colectivo. Aunque el contexto en el que se produjo su arresto era completamente distinto, considera que el sesgo que subyace es el mismo. Si desde el Ministerio del Interior se anima a denunciar estas prácticas "ante las autoridades competentes y en la forma y lugares previstos por las leyes procesales", pero es la propia Policía la que se opone a recoger las denuncias, ¿qué alternativas les quedan? Bajo este interrogante, Castro concluye insistiendo en que la discriminación se puede observar en los pequeños detalles: "Estoy convencido de que ante una falta clara de motivos para hacer ese registro, este se debió a la raza de las dos amigas y al hecho de que los dos compañeros de piso eran gays. Tampoco es casualidad que cuando le llevaban en el coche ya detenido no pararan de decirle: Ay, si te hubieras portado bien y nos hubieras hecho caso, estarías durmiendo esta noche con tu novio", termina.

Público se ha puesto en contacto con el local Espit Chupitos de Sol para incluir su valoración de los hechos, pero a la hora de publicación de este artículo aún no ha recibido respuesta.

Fuente: https://www.publico.es/sociedad/den...

Nota: los comentarios podrán ser eliminados según nuestros criterios de moderación.
  • Este tipo de agresiones, vejaciones, humillaciones, fascismos, homofobias, racismos, etc., etc. son lo habitual.
    Los locales de ’ocio’ en realidad son locales de ’negocio’ y a los que los dueños de tales ’negocios’ consideran como borregos o seres a los que exprimir no les consienten cosa distinta a eso: ser exprimidos. Esto es así por regla general.
    El OCIO es un asunto que no consiste ni en consumir ni en descansar para volver a trabajar.
    Cualquier persona que tenga unas mínimas nociones filosóficas o etimológicas de lo que es el OCIO sabe que no consiste ni en consumir ni en simplemente descansar para volver a trabajar.
    Los locales de OCIO son simple y burdamente locales de NEGOCIO para sus dueños. Suelen ser bastante asquerosos e indeseables y alienantes, amén de auténticos robos al incauto de turno en cuanto a precios, calidades, tratos o maltratos, etc., etc., etc.
    Y, bueno, qué se podría decir de determinados funcionarios públicos. Mejor no expresar ningún criterio sobre tal cosa.

    Responde este comentario