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La crisis de la protesta y la manifestación

Lunes.14 de diciembre de 2015 586 visitas - 3 comentario(s)
Vicent Teulera. #TITRE

La protesta en la calle, en forma de manifestación o de su hermana pobre la concentración (que se hace cuando no se tiene claro que vaya a haber suficiente gente para manifestarse), es algo relativamente reciente. Antes de que las poblaciones occidentales fueran civilizadas, o domesticadas, como se prefiera, por el espíritu ilustrado, progresista y universalista kantiano que enarboló en el siglo XIX la dirigencia burguesa de los nuevos estados-nación, la gente no protestaba pacíficamente en las calles. Cuando alguna cosa que venía del poder contravenía sus intereses, siempre que le era posible, se amotinaba.

El antecedente inmediato de la manifestación es una columna de campesinos que marcha desde su aldea hacia la casa del señor o hacia el cuartel de la guarnición, provista de antorchas, blandiendo hoces y horcas y dispuesta a quemar y pasar a cuchillo a quien les ha agraviado. Un ejemplo tardío y buen botón de muestra de que fue todo un proceso el pasar del motín a la manifestación pacífica lo tenemos en la Revolución del Petróleo de Alcoi, sucedida en 1873. Obreros recién proletarizados y ya no campesinos, molestos por la represión violenta de la huelga que mantenían en pro de la mejora de sus condiciones de trabajo, queman varias fábricas de la ciudad y el mismo ayuntamiento matando al alcalde y a todos los efectivos policiales.

Sin tanta contundencia, el grueso del movimiento obrero a lo largo de muchas décadas va a realizar manifestaciones pacíficas en el contexto de huelgas. Son eminentemente no violentas; por lo general son simples desfiles por las calles con pancartas y banderas rojas o negras. Pero no dejan de ser un acto de fuerza. Normalmente tratan de expresar la unidad de los obreros en huelga y su firme determinación de continuarla de forma indefinida en tanto no se satisfagan sus reivindicaciones. También es una manera de decir: “nosotros somos muchos y vosotros pocos”. Una forma de dejar claro que en un momento dado se puede pasar de pedir por las buenas a tomar por las malas. Tal cosa tenía su lógica en un contexto en el que se mantenía vivo, tanto para amos como para empleados, el recuerdo de las rebeliones anteriores.

Hoy, en cambio, la manfestación dista mucho de ser ese acto de fuerza, de amenaza de pasar de las palabras a los hechos, y en su lugar se ha convertido en un ejercicio que se ubica fundamentalmente en planos simbólicos.

Su mecánica es la de tratar de crear una presión de opinión pública en torno al poder que le erosione o deslegitime si no concede la reivindicación puesta sobre la mesa. Que incluso pueda llegar a descabalgarlo, normalmente en forma de dimisión ante la presión popular o de derrota en unos futuros comicios. Evidentemente tal cosa no es posible en caso de gobiernos fuertemente autoritarios, tiranías que utilizan altas cotas de violencia contra sus propios gobernados. Pero ello no es el caso en el momento actual de la historia en occidente.

Para que la presión que pretende ejercer la manifestación o la protesta pacífica pueda alcanzar sus objetivos, en primer lugar es precisa una gran masa social susceptible de escandalizarse, de indignarse con el poder y de empatizar con los manifestantes. Y de hacerlo de forma sostenida y aún creciente en el tiempo.

Por otra parte se necesita que las personas que ocupan el poder sean sensibles y vulnerables a los efectos de dicha presión.

Hubo un tiempo en que este tipo de manifestaciones acompañadas por huelgas eran capaces de derribar regímenes y gobiernos (mayo del 68 verbigracia). Aún lo logran en lugares del mundo con unas décadas de retraso con respecto a la evolución socioeconómica de occidente. Por ejemplo en Túnez o Egipto, bien que los cambios de gobierno logrados por las protestas no parecen haber ido mucho más allá de simples cambios de caras en las poltronas del poder. Cosa que, por otra parte, también sucedió en la Francia de 1968.

Hoy, en la sociedad del Reino de España, el ejercicio del derecho constitucional a la manifestación y la protesta pública pierde a ojos vista capacidad de lograr sus objetivos y el acto de salir a la calle con una bandera o pancarta se convierte cada vez más en un gesto simbólico y autorreferencial sin capacidad de presionar de forma real al poder.

Veamos porqué ocurre tal cosa.

Está en crisis, por una parte la capacidad de escandalizarse de la masa social. En una sociedad hiperinformada (en cuanto a cantidad), sometida a todo tipo de estímulos de espectáculo, donde todo ocurre a gran velocidad, el factor sorpresa, el factor interpelación y el factor toma de conciencia se empequeñecen. Cada noticia potencialmente escandalizante tiene a su lado en la tele, el periódico, el twiter, el facebook etc. un sinfín de realidades similares o peores que la gente pugna por difundir en primer lugar entre su círculo. Ello da lugar a una tremenda inflación de datos que logra que lo nuevo se haga viejo en cuestión de horas y que la sensibilidad de los espectadores quede francamente anestesiada.

Si ello lo unimos al éxito de los aparatos adoctrinantes del poder que están consiguiendo a pasos agigantados un individuo medio menos moral y ético, axiológicamente afincado en el pragmatismo materialista, en el hedonismo narcisista y en la acomodación al status quo, podemos concluir que el poder tiene poco que temer de coyunturales, normalmente efervescentes, protestas callejeras, las cuales se suelen diluir como azucarillos en poco tiempo ante el aburrimiento o las novedades.

Por otra parte el poder es menos susceptible de ser influído por la presión social. Entre otras cosas porque con los años ha ido evolucionando y se ha ido haciendo más difuso. Hoy día es difícil saber hacia quien dirigir una reclamación política que desea realmente obtener algo. La gobernación se bifurca en entes estatales, autonómicos y locales. Sin tener en cuenta los supranacionales (la Unión Europea, por ejemplo). Y hablamos de la gobernación política, porque la de verdad que es la económica sigue en su discreta segunda línea, pagando a sus testaferros de los partidos políticos con sobornos, regalías y jubilaciones de lujo. Caso de poner en apreturas a un partido en el poder, el sistema se guarda en la manga el as del cambio de gobierno. El sistema partitocrático asegura la conveniente sucesión en el trono del poder de personajes que realizarán el mismo trabajo bajo distinta cobertura corporativa dando satisfacción así a la supuesta indignación popular, la cual desaparecerá con el cambio y la nueva venta de ilusión entre el electorado. La eclosión del partido “Podemos” es un ejemplo de manual de esta estrategia. Como resultas de todo ello el poder está más que preparado para resistir los embates de manifestaciones de cientos de miles e incluso de millones de personas.

Por si fuera poco, el poder ha creado entre él mismo y las personas manifestantes una maraña de obstáculos. Como si fueran las trincheras, campos minados y alambradas de la primera guerra mundial, los manifestantes contra el poder tienen ante sí una infinidad de luchas de desgaste contra policías, ilegalidades de estos mismos policías, legislaciones, multas, procesos judiciales etc. Una suerte de carrera de obstáculos que deben de vencer antes de llegar a poder interpelar cara a cara a la propia autoridad.

Otras formas de acción política como la Desobediencia Civil o la Acción Directa Noviolenta, que se ejerce por ejemplo como forma de impedir deshaucios, siguen proporcionando todavía algunas cuotas de éxito puntuales, si bien su futuro es también preocupante teniendo en cuenta la evolución de la sociedad hacia formas terriblemente individualistas de relacionarse y hacia una delegación máxima de funciones en los partidos políticos y los poderes estatales.


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  • La crisis de la protesta y la manifestacin

    15 de diciembre de 2015 07:17, por julia

    Muy bueno el artculo. Adems esta escrito con un lenguaje fcil de entender.

  • La crisis de la protesta y la manifestación

    17 de diciembre de 2015 06:21

    si como dice el artículo la manifestación no tiene ya un éxito o utilidad, ¿por que hacen leyes para que sea difícil manifestarse? la utilidad de la manifestación, bebe de la lucha noviolenta, en la que los que la practican usan la violencia contra ellos para dejar en evidencia ante la opinión pública al poder que ejerce esa violencia..pero para ello tiene que haber opinión pública y llegar a la opinión pública las dimensiones de la protesta.. por eso se hacen leyes para impedir que las manifestaciones sean muy masivas (criminalizar a los manifestantes pacíficos acusándoles de violentos) y para controlar los medios de prensa..: porque si que es un método eficaz y útil...
    El poder se ha leído vuestros manuales con mas dedicación que vosotros mismos, parece...

    • La crisis de la protesta y la manifestación

      17 de diciembre de 2015 09:37

      No creo que se estén prohibiendo las manifestaciones porque sean peligrosas para el poder. Se está pasando a otro tipo de sociedad autoritaria y represiva, donde las personas no tienen derechos. Para ello hay que EJERCER el abuso de poder, la represión violenta y la injusticia. Hay que ir adoctrinando a la población reprimiendo en todo momento sus comportamientos, no porque sean peligrosos para el poder, sino para ejercer la represión en si misma. El escenario post 15-M ha servido para escenificar una serie de situaciones en las que se ha apaleado salvajemente a la población, se han cometido abiertamente todo tipo de abusos policiales, legales y judiciales, se ha implantado la censura y se han negado los derechos fundamentales a la población. Todo ello ha sido ampliamente publicitado por los medios de comunicación para que todos viésemos que nos lo estábamos comiendo con patatas, si o si. Poner la cara para que te la partan de forma ejemplarizante y así servir de chivo expiatorio no me parece productivo. Pagar sus multas salvajes para que encima ganen dinero tampoco. Hay que inventarse otras formas de lucha, pero mientras tanto lo importante es seguir teniendo claro lo que es justo y de izquierdas. El ataque del neofascismo no es solo policial, también es ideológico. Ayer la CNT se declaró feminista y partidaria de las políticas deshumanizadoras y represivas "de género" que están siendo implantadas a nivel mundial por los EEUU. Para vomitar. (no parece que haya salido el comentario. Lo intento otra vez y aprovecho para retocarlo. Un saludo.)