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Me enseñó a ser árbol

Miércoles.1ro de febrero de 2017 400 visitas Sin comentarios
Pedro García Olivo, en Facebook #TITRE

ME ENSEÑÓ A SER ÁRBOL
(Elegía)

El día ocho de este mes nos dejó un hombre insólito*. Nunca me dijo lo que tenía que hacer, nunca me empujó en ninguna dirección, nunca me dio sermones para inculcarme su visión del mundo y de la vida, nunca me castigó, nunca me premió, nunca dejó de ayudarme y de apoyarme en mis empeños, que contrariaban su pensamiento pero no su corazón.

Cuando me fugué a la Europa del socialismo real, para procurar vivir sin trabajar, él, un hombre del trabajo que nunca había huido de nada, me enseñó a preparar el auto y ubicar con seguridad el equipaje en la baca.
Cuando abandoné la educación para ser pastor de cabras, él, que tenía un buen concepto de los profesores y de su oficio, y que no era partidario de arrojarlo todo por la borda para vivir en la pobreza, acudió no obstante para ayudarme a construir el corrar de mis animales.

Cuando me fui a esta cueva, para vivir casi como una alimaña, él, que hubiera preferido para mí una casa confortable, un año que me vio flaco porque las hierbas y los frutos silvestres no se habían dado, me regaló una jaula para atrapar pájaros y conejos, y así sortear la desnutrición.

Y yo, que me consideraba enemigo de toda pedagogía por mi propia experiencia docente, que confería importancia también, para ese decantamiento de mi reflexión, a determinadas lecturas, debo reconocer hoy, en el principio de esta elegía, que mi maestro secreto, inadvertido, profundo, definitivo e insuperable, fue mi padre. Él me enseñó a ser árbol.

Paco

Un cante gitano antiguo dice que no hay amor como el de una madre, ni sombra como la de un buen padre. El padre rom no es Luz, Guía, Sol; sino sombra, buena sombra, protección contra los rigores del tiempo y las durezas del país. Al llegar a casa sin su esposo, recién fallecido, mi madre exclama: “Esta casa se ha quedado DESOMBRÁ. Qué casa más fea y más mala; ya no me gusta. Esta casa se ha quedado sin sombra”. Amor eterno...

pAco

Cuando Pikmin Swagger dio un concieto de rap en Albatera, él no faltó. Era un abuelo, la persona de más edad entre el público, apenas capaz de sostenerse tanto tiempo sobre sus piernas octogenarias. No entendía muy bien aquella música y a veces insinuaba que no le gustaba. Pero allí acudió, porque su nieto, el Pikmin, cantaba. Y él, con la sabiduría de los árboles, quiso ir a darle sombra, a darle empuje, a darle ánimo. Nunca olvidaré la escena: Paco, de pie, en una esquina, pegado al tablado, al lado de los altavoces, mirando con ansia a su nieto, que cantaba sus cosas, cosas que a veces desagradaban a su oído, pues se hablaba de la marihuana casi con devoción, y a él eso le parecía una frivolidad; pero escuchándolo con toda la atención y todo el afecto del mundo. Yo miraba a mi padre y me decía: es un árbol, es un roble.

paCo

Hay veces en las que sentimos deseos arrebatados de vernos, y no podemos hacerlo porque nos separa un océano. Y nos desgarramos por eso.
Hay veces en las que sabemos que las palabras que se escriben y se leen nos juegan malas pasadas, pues se requería la palabra sonora, la palabra corporeizada, que sale de la boca, envuelta en gestos y miradas, y llega plena al oído. Y sufrimos las consecuencias de esa parcial incomunicación, y un viento helado quema las briznas de ternura que brotaban en nuestra alma.
Hay veces en las que reconocemos la exigencia de ser uno, de actuar por uno mismo, sin condicionamientos ni presiones, sin ayudas no buscadas, al margen de la opinión ajena. Y nos abruma la presencia de un otro-testigo, aunque se trate de un otro amoroso.

Como un árbol, me gustaría estar cerca de ti solo para cuando me necesites, solo para cuando me requieras. Darte sombra, cobijo, si llueve recio o el sol abrasa y esas inclemencias te incomodan. Pero no plantarme en tu casa, para que me veas sin más remedio y para verte todos los días. Como un árbol, viviré allí donde se den las condiciones de mi crecimiento, cerca de ti, en tu entorno.

“Para ser libres, no necesitamos pedir permiso”, dijeron los zapatistas y se fueron, sin más, del Mal Gobierno. Para ser árbol, solo hace falta desear serlo, te digo hoy. Y yo seré, desde febrero, árbol en algún rincón de tu ciudad. Estaré allí como estoy aquí, al alcance de tus palabras escritas; pero estaré allí como no puedo estar aquí, al alcance de tu oralidad y de tu corporeidad. Me tendrás cuando me necesites y estarás sin mi cuando te sobre.
Por eso, amor, no te pido permiso para vivir un tiempo en tu país: viviré en tu barriada, que es lo que mi ser en pleno me dice que debo hacer, lo que me pide el organismo todo. Árbol, creceré ahí; te puedo dar sombra, me puedes dar riego.

A ser árbol me enseñó mi padre.

PacO


*El día ocho de febrero, el cáncer se llevó a Francisco García Martinez, mi padre, un hombre sin igual.

Fuente: https://www.facebook.com/pgarciaoli...